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sábado, 21 de julio de 2012

Como el llanto de los gitanos


Conocí a un abogado
que llegó tarde a un juicio,
colgó la toga
y se hizo camarero.
Pese a tener manos de pianista.
y ojos grises de hechicero.
Si hubiera sido piel roja
le hubieran bautizado
como el hombre que no hablaba
ni estando solo.

Guardaba un secreto jondo
como el llanto de los gitanos.
 
Me puso más de una copa
mi viejo amigo
de melena blanca
que parecía expulsado
de una canción de Bob Dylan.
En la punta de la lengua
siempre me despedí de él
con una pregunta muda.

La respuesta está en el viento
diría don Robert Allen Zimmerman.

No le he vuelto a ver
porque me corté la coleta
de jugarme la vida
en los ruedos de las noches.
Demasiadas cicatrices
y mucho miedo al vacío
debieron tener la culpa.

Si los que le conocieron
se lo tropiezan
comentadle que tengo hijos
y que me gustaría que fuese
su profesor de Ética.
Tal vez tendré la oportunidad
de hacerle esa maldita pregunta
cuya respuesta ya nada importa porque el viento ya no sopla

O no nos importa
lo que dice a los que perdimos el tren de vuelta.

© Mariano Crespo Martínez



               
                   

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