Ser druida, brujo o mago
ha sido mi vocación más clara.
Cuando era monaguillo
robaba los cirios del sagrario al cura
para sacrificar en el descampado
a inocentes hormigas
con un rito inventado.
Depositaba tanta fé en un rito imaginario
tan real como juego para niños.
Siempre me deja confuso por qué tenia tan claro
que para obtener un bien había que sacrificar algo.
Y me embargaban remordimientos
cuando tenía que elegir
las victimas del sufrimiento.
Supongo que según se ejerce el oficio
te haces adulto y la piedad es un lastre pesado y molesto..
© Mariano Crespo Martínez
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