Y con la última
copa, la del desprecio,
brindo por los que aman como yo".
"MUSEO DE CERA"
José María Álvarez
Odio los consejos de
ministros
y las radios de los taxistas.
Odio las medias mentiras
y que miren el reloj
consultando la hora,
cuando yo apelo al deseo
contemplando las tetas.
Odio las frases hechas,
los orgasmos fingidos
y los que observan el currículo
e ignoran la biografía.
Odio a esa élite de mujeres
que estudian
para documentalistas de rencores.
Odio las tarjetas de
presentación,
los besos de compromiso,
las canciones de la tuna
y las recetas contra el mal de amores.
Odio los concursos de todo
tanto como las tertulias de nada.
Odio los traficantes de
sueños
que nos meten promesas en vena
y nos hacen adictos al engaño.
Odio el paripé, la
impostura,
el tener altar en la tierra
y ser un patán en
la República de los Cielos.
Odio las primeras
comuniones
y las últimas hostias.
Odio a los que amenazan
con cuchillos, revolver o infierno.
Odio la libertad
condicionada.
Odio la buena voluntad
con la mala práctica conjugada.
Odio que se llame maestro
a un torero
y funcionario a un catedrático.
Odio que se denomine
doctor
a quien solo es un mecánico del cuerpo
y que se vayan muriendo de asco
los buenos médicos.
Odio todos los muros
el de la vergüenza,
el de las lamentaciones
y el de los cursis en Facebook.
Odio la bolsa, las rifas,
y las tarifas en los museos
que ponen precio y coto
a lo excelso, a lo bello.
Odio las rejas en los
santos lugares
de la entrepierna sagrada.
Odio el hábito y el
uniforme.
Odio la tarjeta roja directa.
Odio a los camareros que
insultan
a los borrachos.
Odio a los camellos que
desprecian
a sus adictos.
Odio a las empresas
que ponen que su producto mata
y siguen recogiendo beneficios
de los asesinatos.
Odio lo cantos de sirena
las cartas a los reyes vagos
y las colas para besar santos
y el vacío frente a los sabios.
Odio a los que confunden
la cultura con las preguntas del Trivial.
Odio la halitosis de los
predicadores
y el olor a vicio de los confesionarios.
Odio los fines que abdican
de los principios.
Odio las recetas para el
éxito
y los libros de autoayuda
en la carretera del fracaso.
Odio la indiferencia y los
charcos.
© Mariano Crespo