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viernes, 30 de enero de 2015

Pabellón de agudos


Supongo que a ustedes 
les habrá pasado
-no voy a ser yo solo el único loco- 
que estás con una mujer 
y se interpone un humo entre ambos 
que hace que la distancia 
sea sideral aun abrazados,
Hace frío cuando se está vestido 
y desnudos se está helado.
Y llega una mujer 
al igual que atraca un barco 
con que la que a su lado 
estás dentro y estás fuera
no hay en medio un espacio 
cuando te vistes es tan cálido 
y desnudarse no es de ropa 
sino lavar el corazón a mano.
Supongo que a ustedes
les habrá pasado
-no voy a ser yo el único 
del hospital que esta malo-.


© Mariano Crespo

jueves, 29 de enero de 2015

Gacetillero


Cuando yo me soñaba periodista,
cronista, plumilla, gacetillero, 
me imaginaba tomando un largo café 
con un venerable poeta,
de tanto duende como poco dinero,
con una actriz con ideas 
de esas a las que miras 
los ojos y otra cosa,
o cuando la das fuego 
otra cosa y la mirada,

sin los ojos de por medio.
Y pese a mi cultura 
de andar por casa 
escucharía científicos, 
pintores, músicos, 
filósofos y viajeros,
esos hombres con pipa,
aquellas mujeres con sombrero,
gentes que huelen
a modernidad y aeropuerto,
a perfume caro 
y teatro en día de estreno,
que se colocan el dedo en la sien 
y hablan como profetas 
hasta cuando guardan silencio.
Ahora pongo la televisión 
y ahí veo a esos chicos y chicas 
con mis mismos sueños 
a la puerta de un penal 
en el cortijo de un torero 
en la tertulia de braguetas 
o helados de frío 
en mitad de una nevada 
para dar testimonio 
de como cambia el tiempo.

Cuando yo me soñaba periodista,
cronista, plumilla, gacetillero,
y ponía pies a las fotografías 
soñaba con la columna 
de contraportada
con la entrevista de centrales 
o con la necrológica 
de los muertos 
con derecho a esquela 
y a lucimiento de adjetivos 
y medias mentiras
con guiños al lector
para que lea entre líneas. 
Ahora les veo,
corta y pega,
sin alcohol en la redacción,

cambiado el humo por caramelo,
y sin nadie que les anime 
a seguir la pista 
a una intuición 
o a buscar un juego de palabras 
para llamar a las cosas por su nombre
- que se note pero no lo parezca-
y poder comer mañana
y hasta jugar una mano de póquer.

© Mariano Crespo


miércoles, 28 de enero de 2015

Escribir


             
(A mis desvergonzados compañeros de desvergüenza)

Para vivir hace falta coraje y fortuna.
Para morir basta con una puerta cerrada.
Para andar es nocivo ser una estatua.
Para mirar a los ojos procura
que el mundo no te de la espalda.
Para escuchar es aconsejable
estar en paz con nuestra propia guerra.
Para escribir un poema,
-si los dedos pierden la vergüenza-
vivir, 
morir, 
andar, 
mirar, 
escuchar
y el corazón en el lugar de la cabeza.

© Mariano Crespo


martes, 27 de enero de 2015

Ajeno a tus labios


Ajeno a tus labios, 
lejos de esa recompensa,
como de fruta o caramelo,
transito por un tedio
que no es dulce ni salado

Bastaría una brisa en esta brasa
que mudase tu aliento de veneno 
hasta la puerta entreabierta de mi casa.

Bastaría y sobraría con que se me posase un beso.

Una sonrisa aguda
una palabra llana,
una esdrújula mirada
bastarían 
para convocar al deseo.

Lo creen el laurel, las expectantes uvas 
y yo lo creo.


© Mariano Crespo

domingo, 25 de enero de 2015

Cine


Tuve en el cine mi segundo colegio 
donde se olvida lo que se aprende 
y se recuerdan los sueños
y el olor del perfume barato. 
Tal vez por eso me duele 
ahora que están cada vez más cercanos 
los títulos de crédito 
y la luz encendida de la sala 
arrojándome a la vida y al invierno
no haber rasgado una blusa de seda
como el que inaugura dos pechos, 
no tener un beso de carmín tatuado 
en la comisura de los labios,
no saber tirar el sombrero a la percha 
estando borracho como un mariscal de campo,
o no saber darme la vuelta 
y dejar a una diosa desnuda llorando.
Mitiga esta carencia, amor, 
que el incendio en el que ardo 
no tenía escrito guión 
y luna a luna,
toma a toma,
y sin ridículos ensayos
lo fuiste improvisando.

© Mariano Crespo


jueves, 22 de enero de 2015

Letanías del desprecio


                                       Y con la última
                  copa, la del desprecio,
             brindo por los que aman como yo".
                                    "MUSEO DE CERA"
                                      José María Álvarez 



Odio los consejos de ministros
y las radios de los taxistas.

Odio las medias mentiras
y que miren el reloj 
consultando la hora,
cuando yo apelo al deseo
contemplando las tetas.

Odio las frases hechas,
los orgasmos fingidos
y los que observan el currículo
e ignoran la biografía.

Odio a esa élite de mujeres 
que estudian 
para documentalistas de rencores.

Odio las tarjetas de presentación,
los besos de compromiso,
las canciones de la tuna
y las recetas contra el mal de amores.

Odio los concursos de todo
tanto como las tertulias de nada.

Odio los traficantes de sueños
que nos meten promesas en vena
y nos hacen adictos al engaño.

Odio el paripé, la impostura,
el tener altar en la tierra
y ser un patán en 
la República de los Cielos.

Odio las primeras comuniones
y las últimas hostias.

Odio a los que amenazan 
con cuchillos, revolver o infierno.

Odio la libertad condicionada.

Odio la buena voluntad
con la mala práctica conjugada.

Odio que se llame maestro a un torero
y funcionario a un catedrático.

Odio que se denomine doctor
a quien solo es un mecánico del cuerpo
y que se vayan muriendo de asco
los buenos médicos.

Odio todos los muros
el de la vergüenza, 
el de las lamentaciones
y el de los cursis en Facebook.

Odio la bolsa, las rifas,
y las tarifas en los museos
que ponen precio y coto
a lo excelso, a lo bello.

Odio las rejas en los santos lugares
de la entrepierna sagrada.

Odio el hábito y el uniforme.
Odio la tarjeta roja directa.

Odio a los camareros que insultan
a los borrachos.

Odio a los camellos que desprecian
a sus adictos.

Odio a las empresas
que ponen que su producto mata
y siguen recogiendo beneficios
de los asesinatos.

Odio lo cantos de sirena
las cartas a los reyes vagos
y las colas para besar santos
y el vacío frente a los sabios.

Odio a los que confunden
la cultura con las preguntas del Trivial.

Odio la halitosis de los predicadores
y el olor a vicio de los confesionarios.

Odio los fines que abdican
de los principios.

Odio las recetas para el éxito
y los libros de autoayuda 
en la carretera del fracaso.

Odio la indiferencia y los charcos.


© Mariano Crespo

Nocturno



Nunca debí dar confianza a los espejos
porque solo te hiere quien te conoce.

El mío me devuelve esta noche 
la imagen de una estatua ecuestre 
a la que un dios revoltoso
retiró el caballo de repente.

Como un beso sin horizonte 
abandono la piedra y retorno 
al abuelo, el niño y un juguete

© Mariano Crespo


miércoles, 21 de enero de 2015

Vida


Eso que ahora me hace tanto daño 
yo lo he hecho antes,
por eso no juzgo, 
tampoco apunto en libretas negras
ni tomo medidas para trajes
y por eso, también, ay, soy más vulnerable. 

No soy mejor que tú.
Hubo un tiempo en que con bondad 
espontánea sembré cadáveres.

Ahora podría ser malo,
peor que nadie, 
pero sucede que me gusta mi cara 
y mi andar desgarbado por la calle. 

Ahora puedo firmar mis pasos, 
poner a mi nombre las palabras 
que salen de mis labios
y dar apellidos a mis silencios
porque ya no escapo de mi sombra
ni comulgo dioses de masas
y no tengo propósito de enmendarme.

Ahora solo quiero, amor, profanarte
 
y reivindicarlo en favor de la belleza,
en la cotidiana lucha contra la barbarie
y que los titulares de prensa de mañana
si tienen vergüenza, callen,

© Mariano Crespo


domingo, 18 de enero de 2015

Magisterio


En ese ámbito de la primavera
en que uno es capaz de leer sin daño
en la frágil mente de los pájaros,
comprendí que los jilgueros y los poetas 
pasan demasiado tiempo volando.
También en febriles veranos
donde uno es capaz de tocar el mar
en cada mujer que posa las manos
aprecié que poetas y peces 
pasan demasiado tiempo bebiendo 
y los árboles y los poetas 
pasan demasiado tiempo quietos.
En este tiempo de otoño 
en que uno es capaz de desertar de un lago
para alistarse en huracanes y terremotos 
me conmueve que el pez, el árbol y el pájaro.
-que cuidan de mi niñez desde que era viejo-
pasen demasiado tiempo 
en la geografía plácida de tu cuerpo 
para mostrar al poeta el talento 
de echar raíces, beber y alzar el vuelo 
sin apartar la mirada del poema 
en el libro abierto de tus deseos.

© Mariano Crespo


lunes, 12 de enero de 2015

Aspiraciones



Creo que me equivoqué,
nos equivocamos,
diciendo que queríamos
cambiar la tierra.

Cuando salimos del agujero
empezamos a tocar techo,
firmamos la paz
y nos declararon la guerra. 


© Mariano Crespo

viernes, 9 de enero de 2015

Las campanadas de 1974


Era 1974 
y en París 
me cobijé en un bar 
en el que cada noche 
celebraban el nuevo día
con las doce campanadas. 
Allí me besó una desconocida 
en francés,
idioma en el que había sacado
siempre una buena nota
pese a que no sabía meter la lengua. 
ni siquiera en la boca.

Era 1974 
y un año después 
se murió un déspota.

Alguna vez he pensado 
que tal coincidencia 
no hubiera sido casual
sino fruto de un deseo 
solicitado a la luna parisina
por aquella chica hermosa.
Porque yo, como hombre que soy,
no puedo pensar
y mucho menos desear 
al mismo tiempo
dos cosas.

© Mariano Crespo


jueves, 8 de enero de 2015

Eva


Aunque de joven parecía osado 
siempre fui una mezcla de tímido e idiota.
Durante meses frecuenté un bar,
respondiendo que una cerveza, 
a la pregunta de qué deseas.
Nunca me atreví a decir que a Eva, la camarera.
No es siempre lo que parece
ni lo que el fino observador observa.
Presumo que les parecerá muy pobre esta prueba 
pero algún estudioso ignoraría a un hombre enamorado 
y retrataría científicamente a un bebedor de cerveza.
Mis amigos historiadores 
no entienden que prefiera leer poesía y novelas 
y que, en ocasiones, los hechos 
me parezcan por sí solos una cáscara hueca.
Por cierto, a un historiador esto le parecerá un mal poema
pero un poeta no dejará de preguntarse qué fue de Eva.

© Mariano Crespo


domingo, 4 de enero de 2015

Tiempo


Tantos años con el agobio 
de que alguien estuviese preocupado 
por mi vida, mis traspiés, 
mis caminos raros.

Y de qué manera hiere la ausencia 
de aquello que consideré estorbos,
palos en la rueda del carro de mi viaje
a lugares que solo existían en mi deseo. 

Sobrevive una tía que rezaba por mí
antes de que su Alzheimer me dejara en desamparo 
de plegarias a los teléfonos que yo no llamo.

A imagen y semejanza de mis miedos 
hablo solo para que el universo no esté callado
y leo en alto porque el futuro se va quedando sordo.

© Mariano Crespo