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miércoles, 29 de febrero de 2012

Daños colaterales


La vida deja lamparones en los vestidos.
Por eso huyo de los pulcros.
Los que interpretan los ruidos
suelen quedarse sordos
al silencio requerido.
En los patios de recreo
se mofan de los niños tímidos
y les quitan la sonrisa y el bocadillo.
Decía Federico
que la vida no es bella ni noble, ni sagrada,
y le decían mariquita en los corrillos.
Decía don Antonio
que de lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad
una mitad es envidia
y la otra no es caridad.
Y murió solo en Colliure
sin abrigo que le protegiera del frío.
La vida no es el reino de los discretos,
es el hangar de los astutos.
Cuando el chisme mata los secretos
y no guarda en negro los lutos,
la película es un melodrama,
otorga dicen a quien calla,
- el que no llora no mama -
y las lagrimas son metralla.
En las guerras los daños colaterales
son los más precisos y pretendidos.
Los soldados desfilan pulcros, marciales
y la vida
deja
lamparones
en los heridos.


© Mariano Crespo Martínez


                                                               

El día de los miserables



Hay costureras que clavan alfileres
a los niños cuando estan jugando.
Existe dios porque estoy blasfemando.
Las palabras en determinado orden
 

son cómplices de asesinato.
Cuando trabajé en las Urgencias
me enseñaron que no está mas grave
quien más está gritando.
El peligro es que exista el pistolero
no el que te esté apuntando.
Más que el pájaro en mano
vuelan ciento volando.
Esta noche no debería escribir
porque la paciencia se me está acabando.
Y por eso paro.
Me callo.


© Mariano Crespo Martínez

                                                

martes, 28 de febrero de 2012

Inventario de reveses



No es nada grave pero tenemos que hablar con usted.
¿Sabes?,  es que necesito mi espacio.
Nos gusta su curriculo pero no es el perfil que buscamos.
Y me gustaría que pasado esto siguieramos siendo amigos.
Ahora no es el momento, pero me quedo con tu teléfono.
El libro es bueno pero no es lo que se está vendiendo.
Antes que nada, tome asiento.

Hay una probabilidad de que sea maligno,
y aunque es muy pequeña
tenemos que estudiarlo,
Usted con su talento no tardará en encontrar empleo.
Eres la persona que más he querido pero...

Si has escuhado alguna de estas frases
has conocido como huele el espanto.
Sabes como ahoga el que te falte
el aire en el pecho.
Has buscado raudo un rincón, una esquina,
para volver clandestinas esas lágrimas furtivas
que se están desbordando.
Te has sentido huerfano.
Conoces el alfabeto del pánico
y la biografía del fracaso.
Pero miráte, sigues caminando.
Mientras recuerdas estás vivo.
El dolor es una señal
tan clara de vida
como
los latidos.
Y no hay cien males que duren un puto año.

© Mariano Crespo Martínez

                                         

Ibarrola

Una vez tuve la ocasión de contemplar la mirada de un valiente. Cautivo en la cárcel de Burgos por antifascista y amenazado de muerte por ETA por decir "Basta ya". Para él entonces escribí estas torpes letras.
 
Por la ría de Bilbao,
entre la bruma de la noche,
alguien vio de incógnito
pasear al dios Marte.
En esta ciudad que levanta museos
sobre los cementerios,
las plantas se oxidan
por otoño, en octubre.
Y de las turbinas brotan flores silvestres,
tornillos con musgo y mugre
por cada abril
y en cada valle.

En lunas de cuarto menguante,
se muestra el dios miserable,
fecundando las miradas vírgenes
del paisaje de futuros estériles
y guerreros incautos
que creen hacer patria
a golpes de hacha
contra personas
y árboles.
Como el niño destroza el juguete
que no entiende.
Como Saturno devora sus hijos.
Como la naturaleza aja con violencia
su propia belleza.
Como se ofrece
a dioses paganos,
para aplacar su venganza,
lo mas puro de la propia
sangre.

*****


Por el bosque de Oma

un druida embadurna los pinos
de colores primitivos,
símbolos inquietantes
y amaneceres tan plácidos
como un sol amable.
Cuidan de él
las mariposas fugaces
y le vigilan
niños, casi hombres,
de mirada salvaje.
Niños que conjugan la muerte
y, en su pobre ortografía,
escriben hombre,
sin libertad
y sin hache.

*******


Este viejo soñador

nació metal a orillas del Sena
y en el Nervión se hizo carne.
París le enseño el triunfo de la luz,
Franco el olor de la derrota,
y el hambre.
Aprendió las sombras, la penumbra,
el gris y la melancolía
en la academia de la cárcel.
Descubrió que la alegría
es una lucha contra la barbarie
y se acompañó de poetas,
para hacer respirables
las palabras
y el aire.
Desde entonces compite con dios,
deslealmente laico,
en transformar lo inútil en arte.
En una contracreación
testaruda y rebelde
que corrija los siete días de prisas
y el divino olvido,
imperdonable,
por los detalles.
******
Bajo la txapela
se guarece el personaje
de la lluvia persistente
que da brillo al caserío
y al verde del paisaje.
En su taller hay periódicos
que, mas que nunca, proclaman
que el medio es el mensaje.
Traviesas de un ferrocarril
que llegó pronto y al que no espera
estación ninguna
ni nadie.
Maderas nobles por pobres,
geometría ébria y razonable,
hierro forjado
por el beso nocturno y violento
de un sueño probable.
Y un perro
llamado “capitán Nemo”
que a cualquier forastero que llega
huele y lame.
******

Y cuando cae la tarde,

una mujer acompaña al hombre
a sujetar un lienzo en cualquier calle,
donde reza libertad,
donde ¡basta ya! pone.
El silencio consagra el rito civil
del sol a media asta por la vida.
Los templos huelen a cera
y sangre.
Y el hombre tranquilo,
metal y dios hecho carne,
rostro vasco, manos grandes,
con una mirada infantil y valiente
que si la tocas da calambre,
aguanta una lágrima
y se pregunta un instante:
Entre tanta nada ¿qué pinta un hombre?

Sólo Mari Luz* le responde.


© Mariano Crespo Martínez


(*) Mari Luz, compañera de Agustín Ibarrola.





                                                    

                                                           

                                            

lunes, 27 de febrero de 2012

Teoría y práctica poética



Los poetas no tienen uniforme
ni contrato laboral, ni paro.
Solo una conformidad disconforme
una búsqueda de amparar y amparo,
 

una soledad acompañada enorme,
y un pudor confundido con descaro.
Ser poeta, en las formas, es deforme,
en el fondo, un oscuro que ve claro.
El poeta, en ocasiones, se pone el uniforme
y su palabra se convierte en un disparo.


© Mariano Crespo Martínez

                                            

                   

Los relojes son raros



¡Olvida esta cara, esta casa y esta calle!
Luego cerró la puerta de su vida
y tiró las llaves.
Los finales trágicos
son los principios
de nuestras mejores novelas.
Las lágrimas
nos lo ocultan durante
unas largas y frías noches.
Los relojes son raros
porque el tiempo
ni les deja olvidar
ni les hace enamorarse.


© Mariano Crespo Martínez

                        
                  

Instinto básico



Uno de esto tipos que hasta sentados
parecen viajeros.
Un silencioso predicador en el desierto
del gentio discreto.

Pagaría dinero por ser ese protagonista del relato.
Pero solo escribo.
Solo lucho contra la página en blanco
y el terco silencio.
Un mísero y bello, por inútil, oficio
con las tinieblas por recinto
y una humilde vela
que genera las sombras
de que se nutre el dios menor
que parece que somos
cuando creamos emociones
por un instinto básico.
La mente es un mero corrector a sueldo
de los delirios de las vísceras.
Un asesor sintáctico y ortográfico.
Y ser creador es, hagánme caso,
tan solo
envidiar
a los hijos
de
tus
sueños.
Esos seres cercanos,
lejanos,
prójimos,
ajenos,
emancipados de tus miedos.


© Mariano Crespo Martínez

                                                           
                               

domingo, 26 de febrero de 2012

Nana para mí mismo


Contemplo mi biografía
y me derrumbo.
Me urge confesarlo.
Fui yo quién escondió
al bebé que fui,
y fue robado.
 

Debo admitir,
que años después,
todavía
le ando buscando.
Y persigo sus sentimientos
por las nanas
que ya no suenan
por los patios.
Por eso miro al techo
y, con la ayuda de sus manchas,
viajo a los países del sueño.
Pido perdón
por dejarle crecer
y convertirme en el impostor
que le suplanta.
En su asesino
por la espalda.

 

© Mariano Crespo Martínez


sábado, 25 de febrero de 2012

No, no me gusta el rock


La sociedad y la gente
demanda que te definas políticamente.
Yo tengo una repuesta urgente
pero sincera, soy de corazón y mente 

algo no muy distante de lo siguiente:

Suave como la caricia de la brisa
en el ocaso.
No brincador, paseante
de pequeño paso.
Acostado en las emociones fuertes.
No marido sino amante.
Pirata a vela, sin motor.
Conversador no pregonero.
En la loteria del amor
prefiero el te amo al te quiero.
Recorro las ciudades sin prisa
y para el aterdecer prefiero:
Florencia a Moscú.
París a Chicago.
Praga a Shangai.
Cuenca a Liverpool.
El Cairo a Dubai.
El tranvía a la Harley.
Y para pasar el rato,
un amargo y dulce tango
más que un aquí te pillo
aqui te mato.
No soy la hostia sino monaguillo.
Lo bueno no es lo contrario
de lo barato.
Tener aseados y con recato
los cadáveres del armario.
Y la ropa tendida
en caso de asalto.
La bolsa o la vida
me deja sin cuartos.
La melodia al sobresalto.
Miles Davis a Mick jagger.
Los humildes zapatos
a las botas militares.
Los lazos a las cadenas.
Creo que soy mas de copla
que de rima dura.
No, no soy de mi generación.
Prefiero la solución a la salida.
El candor a las urgencias.
La Chimenea a las hogueras.
Los abrazos a las ausencias.
El refugio a las tiendas de campaña.
Un país de ciudadanos
a las dos españas.
Las manzanas a las peras.
La prudencia a los insultos.
La admiración a los besamanos.
Y agradezco los indultos
como abomino de los tiranos.
Que me perdonen el movimiento
y la movida.
Soy menos partidario
del espasmo y de la sacudida.
que de la flor sin vida
que hiere el poemario.
Y de que me hiele el corazón
una mirada con entrañas
más que la bofetada de pasión.
Y la castañera a las castañas.
Abomino de la envidia
No, no soy de mi generación.
El vocerio me parece
la antesala de la desidia.

Y no, no me gusta el Rock.



© Mariano Crespo Martínez
                                        
                          

Actualidad informativa


Viene pasando como una rutina
de horarios de oficina.
Viene ocurrieno este carnaval
que hiela las sonrisas.
Contemplamos sin sonrojo
los cambios de camisa.
Que la banca venda
chabolas con piscina,
mientras atraviesan el rio
cuatreros con corbata.
Viene pasando que lo que no engorda
si que mata.
Que dinamitaron el puente
que unía la honradez con el dinero.
Suecede a menudo que los jueces
cantan la nocturna serenata
que se moje el culo el que quiera peces.
y reparten libertad al pudiente
carcel al pordiosero,
y deshonra al compañero
que ejercia el oficio
de modo independiente.
Podra suceder que cualquier noche
en cualquier momento
huyan con pánico de esta jungla
los leones que custodian el parlamento
y nadie se lo repoche.

Puede ser que nos consuma la pena

que nos de por hacer un master de avestruz
que nos muramos de verguenza ajena
o que alguien con moral apague ya la luz.

Porque no va a haber ni flores ni perfume

que dismule este olor a podrido
y ni los niños querrán respirar
ni los pájaros construir un nido.


© Mariano Crespo Martínez


                                    

Sirenas


Salió a la calle abrigado
como para un lunes de invierno.
Tropezó con un recuerdo.
Comenzaron a brillarle los ojos.
Después, todo fue raro.
Vinieron hombres y mujeres uniformados.
Le llevaron a un lugar muy iluminado.
Notó que esos locos le ponían una manta
y le daban café con azucar y compasión.
Lo único que le dolió
es que le quitarán el flotador
y las ilusiones de un mar
que le estaba esparando
con ojos de deseo
y sabor a sal en los besos.
Y que las sirenas de la ambulancia
no tenían ni cola
ni acogedores pechos.



© Mariano Crespo Martínez 



                                                  


Argentino y gitano


Siempre soñe con ser argentino
y a la vez gitano.

Para vivir en un tango o morir en una saeta.

Para saborear el mate o matarme en vino,
y tener a mano
el duende que embriaga al buen poeta.

La mirada del enamorado
y del asesino.


© Mariano Crespo Martínez





                                                  

                                

Teoría Brezmiana"



No existe una teoría
que sostenga que un corazón seco
macerado en absenta
colocado en una botella
en forma de papel con letras
y lanzado al arbitrio de la marea
al ser recogido
por naufragos de los cuatro puntos cardinales
abrigue, acompañe, sane e hiera.
Más tendrá que construirse
para entender a Alfonso Brezmes.
O convencernos de una vez
que lo del corazón seco
era una impostura de pirata enamorado,
que los naufragios lo eran en piscinas,
que la botella era nuestra ebriedad
y el mar era la pintura
de un niño que estrenó
el lapiz azul
y fundó sus primeras olas.
Y que nosotros no eramos nosotros
porque la emoción nos transforma
en el niño que pintó el mar
y acaba de aprender
a juntar letras
a descifrar palabras.


© Mariano Crespo Martínez 

                                                


                                    

De cuerpo ausente


Cuando te marchas suenan violines.
Vuelvo a parecerme a mi fotografia.
Espero un viernes de pasión
en que vuelvas a ser tan tuya y mía.
Ahora escribo, describo tus confines.
Enciendo un cigarro, fumo melancolía.
 

Camino por la casa sin ton ni son,
me siento, río con alguna tontería.
tarareo una hermosa y vieja canción.
Contesto el teléfono con desgana,
el libro que me acompaña no me habla
y rezo una triste oración pagana.
Me siento, cuento hasta veinte,
tapándome los ojos con la mano
y busco en las sabanas tu reciente
olor, ya no estás, todo es en vano
.

© Mariano Crespo Martínez


                                                

Si la cosa fuese matar


Si la cosa fuese matar.
si el asunto fuese tan fácil.
Primero, los culpables directos.
Segundo, los que les indujeron a ello.
Tercero, los cómplices siniestros.
Cuarto, los que guardaron silencio.
Quinto, los que pusieron el dinero.
Sexto, los periodistas que cobraron ese mezquino sueldo.
Séptimo, los funcionarios de las alcantarillas.
Octavo, los que miran para otro lado.
Noveno...parientes, primos, amigos, conocidos cercanos.
Si la cosa fuera matar
sería un espanto.
Nos pareceríamos a sus retratos.
Por eso el asunto es meter en los bolsillos
las manos e ir silbando para que no se nos note
que vamos llorando.
Y luego volver, volver, volver,
como todos los años,
a pedir justicia y memoria
para nuestros asesinados.


© Mariano Crespo Martínez


                                                                              

Juramento



Ante el retrato de mi padre prometo
que antes me quemaré los labios que negarte un beso.
Ante el retrato
de mis hijos juro
que no levantaré
ante la luz de tu mirada
ningún muro.
A la memoria de mis amigos dejo este contrato.
A la luz de este sol
cicatero y áspero de invierno
lo rubrico.
Y es notario
de este acto de amor
el libro de poemas
que esta a mi lado.
Y testigos 

son mis 
estanterias de deseo
y el humo 
de esta pipa
que 

me 
está 
embriagando.


© Mariano Crespo Martínez

                               





                                  

Los preludios de la catástrofe


Compremos por ejemplo un pasillo eléctrico
y convenzámonos de que estamos caminando.
El hombre nunca se hizo caminante para adelgazar.
Jamás castigó su cuerpo para lucirlo junto al mar.
Nadie ejercitó su espíritu para robar y crear miseria.
La vida era una aspiración a la belleza.
Los clásicos nos enseñaron que nos aguardaba
un destino, de guerreros y sabios,
de viajeros y pensadores.
De mente lúcida en un cuerpo sano.

Que Grecia arda es una metáfora.
Un aviso de que somos una cultura que va hacia las cenizas
si no logramos desprogamar
a esos señores de corbata, parapetados en siglas,
que, como HAL 9000 (*),
tienen la instrucción de esclavizarnos,
de eliminar excedentes,
y viajar a un suicidio
que se confunda con un regreso al paraíso.
Un Odisea sin Ulises ni Penélope.
A esa barbarie le llaman progreso.

La esclavitud es tan míserable como cómoda.
La libertad es tan bella
como molesta y ardua y laboriosa.
Varon y mujer se nace,
la condición de ciudadano y ciudadana se conquista
o no se abdica de ella para salvar los muebles.
Pero siempre queda el recurso
de poder seguir engañándonos.





© Mariano Crespo Martínez



(*) Ordenador de la nave en 2001 una Odisea del Espacio.




                                                    


Un alma sin tatuajes


Y tropezar dos veces con el mismo pie,
no necesariamente en la misma piedra.
Y embestir al trapo
como si te fuera la vida
en el engaño.
Aunque el corazón este tan ajado
de tanto estremiciento
año tras año,
no tienes más defensas,
eres más vulnerable
como lo son al viento
las hojas más secas.
Quién amarra las velas,
no solo no navega.
es un cero a la deriva,
un alma sin tatuajes,
un cadáver sin edifintificar de sí mismo
en la morgue del hastío.
Uno de esos tipos que por gafes
no son bien recibidos en los puertos.


© Mariano Crespo Martínez

                                            

Plegaria



Esto no es un poema.

Es una plegaria
huérfana de destino
porque sé que en la niebla
compartimos patria.

Pero tu no llegas,
y me duelen las enfermedades que no tengo
.
Es mi extraña forma de estar vivo
desde que te hiciste ausencia
y sólo conservo de ti
el rincón en que no estás y su perfume.

Me consuela la certeza
de que no regresarás de las sombra.

Así te librarás de la herida
que se te abriría
contemplando como la tristeza
ha esculpido en el rostro
amargura de plata
al hombre al que prestaste belleza
con tus ya marchitos besos.  


 © Mariano Crespo Martínez
                                     

viernes, 24 de febrero de 2012

Antes y ahora


Antes creía
que todo
era muy complejo,
que las respuestas
nunca son simples,
que había
que valorar
ciertos
aspectos
que subyacen
en el problema
y que,
sin su análisis,
no se puede
llegar
a
una
comprensión
total.
Que la
visión
parcial
es una
manipulación
de la verdad
objetivable
y científica.
Ahora me han manipulado unos ojos verdes.

© Mariano Crespo Martínez


                                             



Me hablas.
Y te ries con esa pequeña carcajada
para tanto mediocre
que vive el amor
como horas extraordinarias.
Y me susurras
con esa sonrisa de caleidoscopio
formado a base de los colores
de ls sufrimiento
que siempre portan los pescadores
de cristales.
Cada color de tus sonrisa,
que nadie es capaz de escalar,
es un pinchazo del pasado.
Y tus labios son un bálsamo
ahora que contemplamos ese cuadro
que tenemos delante
en el que cada día
dominan más los tonos rojo sangre.
La pintura se va corriendo
y tiñe aquel amanecer
que alguien llamo libertad
hasta el límite
de no saber si el sol es naciente o poniente.
Por eso necesito tu sonrisa,
tu boca,
para vacumarme contra la intemperie.
Háblame
de cualquier cosa.
No calles.
Que en el silencio
anochece
y vienen las sombras
con presagios
lúgubres.

© Mariano Crespo Martínez
                                     

La calle y los túneles


La calle
es como la casa de los abuelos.
Está feliz
cuando estamos todos dentro.
Desde los túneles subterraneos
no se ven los árboles
ni los rumanos que
limpian cristales por unos centimos.
ni los tullidos
ni los enamorados,
ni los gritos de los hartos.
Los tuneles no tienen cebras ni pasos.
La calle, sin embargo,
no tiene salidas de emergencia,
ni extintores para
los incendios cotidianos.
Las calles tienen malabaristas,
loteras, músicos
y carteristas.
A la policía
no le gustan las calles,
en cuanto les dejan
las vacían.
Los túneles, como no ven,
son más leales con el sistema.
En el subsuelo
sobreviven y encuentran alimento,
las ratas, las cucarachas.
y los automóviles
para ciegos.

© Mariano Crespo Martínez 






S.O.S.

  
                                                                 
                                                            "Lo malo de tener manía persecutoria
                                                                    es que de verdad te persigan"

                                                                        MARIO BENEDETTI

Sin eufemismos.
Estamos rodeados.
Pongo la televisión,
escucho la radio,
leo los diarios
y me siento un marcianito,
un inadaptado.
Sin eufemismos.
¡Estamos rodeados!
Y no pido refuerzos
al fuerte
porque el fuerte es de ellos.
Nosotros somos los indios.
Pieles rojas ilustrados.
Enterrad mi corazón
en los años 60
del siglo pasado.
S.O.S. Estamos rodeados.


© Mariano Crespo Martínez
                                  

miércoles, 22 de febrero de 2012

Testamento amargo


                                   (Dedicado a mi hermano Alfonso Brezmes)

Mi muy querida.

Acabo de dejar las lentes sobre el escritorio.
Ahora froto mis ojos para
espantar en vano el cansancio.
Suena el Impromptu nº 4,
en do sostenido, de Chopin y llueve.
Caen lentamente las gotas y las corcheas
sobre los cristales, los geranios y las sombras.
Ayer repasé el periódico y no vi tu esquela.
Era el ejemplar del 12 de marzo,
el aniversario de mi derrota sin banderas,
y ya he dicho que llovía,
pero no que estaba en zapatillas
sí que sonaba Chopin 

y he omitido
que había una ausencia de gatos.
Con las notas de Federico
te he empezado un cumplido epitafio.
Mas como siempre fuiste imprevisible,
morena teñida,
y no llegaste al recuadro
reservado para que te diera sepultura,
he decidido
- y perdóname el protagonismo -
desaparecer yo solito
y diluirme en un mutis altivo
y rencoroso
a la manera que siempre soñé para ti.

No sería digno

de nuestra manera de entender la vida.
el despedirse al au revoir, a la francesa,
sin dejarte un cabás, una carpeta.
una cajita que, a manera de testamento,-
perpetuase tanto odio.
De tal modo
que al recibo de la corriente
te lego el epistolario
que entre nosotros
transitaron los pájaros,
la distancia y los carteros.
Mata tu tedio leyendo las palabras que plasmé,
y las que no acerté a decirte,
torpe como sismpre he sido,
por perderme en las pajas luminosas
sin ver el grano de la sinceridad.

Releo

yo también
el transcurrir del desafecto.
Busco la fórmula adecuada
para aguijonearte las entrañas,
pues los insultos que me pide el alma
son muy ordinarios
y para ti,
dulce puta,
los quiero extraordinarios.

Tan solo te amé un día,

aquel en que estábamos declarando
un estado de felicidad permanente
y sonaba Georges Moustaki
en el cassete de Juanjo.
Se había muerto Franco
sin tener tiempo de fusilarle.
Desde la alameda
me doy la vuelta
y me marcho.

Que la amargura te siga amargando.


© Mariano Crespo Martínez


                                   






Tu nombre y tu sombra


Me inquieta tu nombre.
No lo encuentro en tu vientre
ni cuando en el grito callas.
Te intento nombres
que no tienes
y no me caben en la boca
ni en el pecho me conmueven.
Me da vértigo tu nombre
cuando sobrevuela estatuas.
Me intriga tu nombre
como un trazo de Picasso
con una flor en el pico,
tus tres sílabas, tu vuelo
como símbolo de un fracaso.
Hasta que a contraluz,
sin trampas ni ropas,
vislumbré tu sombra
y la pared se pintó de tu nombre
como un mural y una alfombra.


© Mariano Crespo


lunes, 20 de febrero de 2012

M.V.M.


Mi frustración
es no saber tocar
el piano.
No conservar
de la infancia
la mirada y algunos juguetes.

Que cuando
estás conmigo
no tiren cohetes.
Mi dolor
son unos cuantos
años perdidos.
Y llamarme Mariano
y no Manolo.
Y no tener Vázquez
y Montalbán
por apellidos.


MARIANO CRESPO


 

Sin título


Se abre el telón
y se ve a un grupo de buitres carroñeros
sobrevolando la miseria de todo el planeta
y engordando según todo ensombrece
bajo la codicia de sus alas.

Sus víctimas se entretienen
con la película que les cuentan
y dan por falso lo que unos pocos
cuentan y ellos están mirando.

Algunos se compadecen de los buitres
por su sacrificado y sórdido trabajo.

Pónganle ustedes título
a este despropósito.
A mí las palabras
y la paciencia
se me están gastando.

© Mariano Crespo
                                 


La partida




Ahora que todos somos presuntos
aunque tengamos coartada.
¿Mereció la pena la sensatez?
Jugar con los tahures de la baraja marcada,
que pujan con nuestro dinero
y hasta cuando pierden ganan
 
fue una apuesta firme a la derrota.
Es urgente, cuando no sanan
nuestras heridas con su remedio,
no dar cuartos al pregonero.
no mudarse al barrio del tedio.
no sentirse por la noche idiota,
no regalar el destino a su suerte,
no dejar pasar la pelota.
Y estar de acuerdo con el refranero
en que, menos la muerte,
todo tiene
remedio.
Ahora que todos
somos presuntos,
en medio de la emboscada,
es necesario agruparse
abrazados, todos juntos.
O a solas, suicidarse.
La partida es a todo
o a nada.

MARIANO CRESPO
                                    

sábado, 18 de febrero de 2012

Y me cuento veinte.


Tengo 20 poemas de amor
y una esperanza
y un miedo
que es un hijo
de 20 años.
Tengo un fracaso llorado
19 días y 500 noches.
Me da pena que mis sueños
sean ya para mayores de 18.
Volví a los 17, como Violeta Parra,
después de haber cumplido un siglo.
Mis ambiciones nunca pasaron 
los dieciseisavos de final.
Quince años tiene mi amor
(arriba o abajo).
14 es el número
de la camiseta de baloncesto
con la que me salió el bigote
y la mala conciencia.
13 es un martes de dolor
vestido de gato negro y recuerdo.
Pongo una docena de huevos
cuando me tocan los que tengo.
Un once en el equipo titular
para cuando llega la hora de jugárnosla.
Un diez en conducta
cuando era párvulo.
Nueve semanas y media
soñadas con Kim Basinger.
Ocho años
tiene mi pequeño, Héctor.
Siete novias tuve,
para siete manos que no tengo.
Pecados inconfesables
que comienzan en el sexto mandamiento.
Como todos me invento historias
de  la mili de mi quinta.
Cuatro estaciones
en que me apeé
en un viaje sin Vivaldi.
Tres o más personas distintas
y un sólo yo verdadero.
Dos gardenias para ti.
Y un día, una hora,
un minuto, un punto y final
que, inevitablemente,

me está esperando.
 


MARIANO CRESPO
                              



viernes, 17 de febrero de 2012

Tic, tac...


Tic, tac
pájaro de cuco.
duérmete mi niño.
descansa en paz papá,
descansa en paz mamá,
tic,tac
la obligación de los huerfanos
es la resurreción de los muertos
por la vía del recuerdo.
Tic, tac.
Duerme mi amor
estoy escribiendo
mientras nos va matando el tiempo.
tic,tac
Que solos se quedan los vivos
con los borrachos en el cementerio
tic, tac
este reloj cabrón
este notario necio
tic, tac
En Canarias una hora menos.
Mañana quiero besos de más.
Adán y Eva comiendo
Y yo, en el cosmos y en ti,
buscando mi agujero negro.
Tic, tac
Líbranos de todo miedo
a los hijos del big bang
Esa explosión del alfa
La peregrinación a la omega.
Tic, tac
Todo pasa
y todo queda.


MARIANO CRESPO

Contra el desprestigio del futuro


La ofrecí ir juntos al futuro.
Ella dudó un instante, seis latidos.
Yo prefiero viivir el ahora,
me contestó con apuro.
El ahora, le dije, no existe
es un engaño de los sentidos.
Ahora es cuando te escribo,
cuando lo leas ya lo habré vivido.
Hay amores,
como empresarios,
que precisan contratos efímeros.
Hasta que el tedio nos separe
fue mi última oferta.
De esto hace ya algunos años
e incontables noches en blanco
pero tengo abierta la puerta
y amortizados los daños.

MARIANO CRESPO 



Somos una escalera

 

“El infierno son los demás”

Jean Paul Sartre

“Cuando el infierno son los demás,
el paraíso no es uno mismo”

Mario Benedetti


 A las 7 de la mañana del 13 de marzo, Mireya Arroyo, la chica colombiana que nos friega la escalera, encontró en el rellano del cuarto piso, a la orilla del ascensor, el cadáver descuartizado del vecino del ático, en medio de un inmenso charco de sangre.
Nos despertó su grito desgarrador y desmedido, sobre todo proviniendo de alguien que viene de donde viene y en donde pasa lo que pasa.
La policía no ha detenido a nadie, pero no recuerda un caso en el que hubiera tantos candidatos con motivos suficientes para eliminar a alguien o por lo menos para desearlo.
El vecino del ático, sin que se le pudiera calificar directamente como escoria, es uno de esos tipos a los que nadie daría la espalda confiadamente sin tener al día la póliza del seguro de vida. Sólo llevaba en la casa dos años pero había sido tiempo suficiente para tener constancia de su calaña. Si es verdad que al infierno se va por méritos adquiridos, este cabrón se ganó la plaza en esta casa.
Debía varios recibos y se pasaba por el forro los reiterados avisos del presidente. Sus vecinos de rellano estaban hartos de sus continuos desplantes y groserías y, sobre todo, de su manía por poner a Los Chichos y a otros gitanazos a todo trapo, ya fuera a la hora de la siesta o en la madrugada, cuando terminaba el programa de José María García, que, generosamente, nos hacía escuchar a todos los vecinos. Este hombre no compartiría los gastos pero con las aficiones era muy espléndido.
Eso por no mencionar lo de borracho. Aquí a nadie nos importa lo que hace nadie, que cada uno es muy suyo de hacer con su cuerpo y su vida lo que quiera, pueda  o le dejen, pero con respeto a los demás. Que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, como bien dice don Mariano, el maestro jubilado del 2º-B. Así que cada uno beba lo que le quepa. Pero no más, porque luego  sueltas el vómito en el ascensor y en el portal como nos tenía acostumbrados. O le orinas el rosal –lo que ya son ganas de joder- a la señora Rosario, la jubilada del Bajo- B, que no tiene llorado la pobre mujer con las meadas de este sujeto.     
- Parece obra de un profesional sin entrañas. Pero hay un exceso de móviles. – exclamó pensativo el inspector de primera, Primitivo Fernández -
        La policía nunca encuentra el termino medio y no hay crimen que sea de su gusto y agrado. Se cabrean por exceso y se mosquean por defecto. Si hay pocas evidencias, el asunto está oscuro y si hay demasiadas, está sospechosamente claro. Luego, acaban por utilizar la vieja costumbre de investigar a quien pueda sacar beneficio de un delito y se complican la vida. Como si no tuvieran aprendido con lo del País Vasco. 
El vecino del ático era un hijo de puta.
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Ayer, jueves, 14 de abril, tuvimos reunión de comunidad y tras la discusión rutinaria y precipitada sobre los temas del orden del día, pasamos a ruegos y preguntas.
La discusión se centró, ante la contrastada falta de eficacia policial, en la confesión o, en su caso, delación de la persona que había cometido el crimen, si ésta era un propietario o inquilino de la finca.
Protestó, don Justino, por no entender  que se relegase el importante tema de la reparación de la antena del tejado por el  asunto -en sus palabras- “del justo final del cerdo del atíco”.
Le prometimos que se vería el tema de la antena en la próxima reunión, pero que la resolución del suceso del 13 de marzo era prioritaria, al tratarse de un asunto de conciencia y  una circunstancia penosa que tenía a toda la comunidad en la desazón de ser colectivamente presuntos asesinos.
Así que el tema se abordó y, para sorpresa del administrador, la comunidad en pleno, uno por uno, nos fuimos derrumbando y confesamos, entre sollozos, la autoría del asesinato.
Fue, como casi todas las reuniones, un espectáculo deplorable que puso en evidencia la calidad de género de los que compartimos esta escalera. Nadie tuvo orgullo para confesar su culpa con dignidad y mirar desafiante al resto, como hace  Jack Nicholson en el cine. Somos gente normal. Aquí todo el mundo, llora, moquea y se humilla, sea por el impago de un mes, por un reproche con las cuerdas de la ropa o por un simple crimen.  Forma parte de nuestro hecho diferencial.
El administrador de fincas titulado intentó poner una pizca de cordura:
- Coño, pero si todos tienen coartada - exclamó con una mueca entre burlona y de estupor -.
Esta juventud de hoy en día está dominada por el cerebro y no escucha al corazón. Demasiados años de estudios inútiles, a base de tests, les han dado una visión del mundo de sota, caballo y rey, y creen que todo lo que ocurre obedece a las leyes de la lógica. Debe ser porque ni se casan ni se comprometen, y así les va. Encima, el tío se permitió añadir que si no deberíamos dejar a la policía hacer su trabajo. Otra muestra más de la inmadurez de esta generación, que deposita en el Estado todas las obligaciones del individuo. ¡Se van a enterar después del 11 de septiembre!
Con todo, la nota más patética de la reunión, la puso Vanessa. Bueno, ella en realidad se llama Atilana, como consta en el buzón de correos y bien sabe su familia de Zamora, pero para el trabajo que realiza ahora y para el que se anuncia en los periódicos, le pareció más comercial, Vanessa. Y así nos hace llamarla desde seis meses después de enviudar, hará ya tres años por el día de la Constitución, el 6 de diciembre.
-         No me quedó más remedio que hacerlo.- dijo entre pucheros que se fueron convirtiendo en un mar de lágrimas-. No podía arrastrar la vergüenza de que me hubiera, de que me hubiera…¡ultrajado!
-         A usted la ultrajaría señora, que ni sé lo que es ni me importa, pero a mí me estaba quitando la vida día tras día. Eso sí, tengo el atenuante de defensa propia.
Pocas veces habíamos visto a Manolo tan descompuesto. En la reunión nos relató que, aun conociendo su enfisema pulmonar, o tal vez por ello, el desaparecido encendía un cigarro cada vez que el ascensor los reunía y le iba echando el humo a la boca mientras le espetaba en la cara:
- Qué  ¿no lo echas de menos?  
La verdad es que los motivos de todos eran de peso. Cada uno sabe donde le aprieta el zapato y donde duele lo que le duele. A mí me impresionó especialmente lo del chico del pendiente.  Carlitos, que así se llama el nota, es un chavalote que vive en el 1º C y que, desde que le pusieron en la calle del taller en donde era chapista, se gana honradamente la vida distribuyendo unos productos marroquíes que se fuman y que tienen mucho prestigio entre la juventud del barrio. El chico tiene sus cosillas y se rodea de gente con muy malas pintas, pero es un minorista comercial que nunca ha hecho mal a nadie. Todo lo contrario, favores le debe la gente. Pues bien, el fiambre le birlaba el producto de su trabajo y le amenazaba con irse de la lengua, supongo que se referiría a escupirle o vaya a saber usted qué. “Asqueroso camello”, creo que dijo Carlitos que le llamó, como a si uno le insultasen por lo animales típicos del país con cuyo género de exportación se gana el sustento. ¿A mí que me llama, vaca?
La noche avanzaba y cada agravio era superior al anterior y todos, cada uno a su manera, habíamos coleccionado motivos que justificasen nuestro lamentable y sangriento proceder.    
Al final, tuvimos que recurrir a la votación, que no hay nada como el sistema democrático para zanjar las tomas de postura colectivas, y aceptamos la propuesta de doña Lourdes que tiene un estanco y sentido común.
 Elegimos por unanimidad a Rita, la mujer del finado. No en vano, el cabrón del muerto la pegaba hasta dejarla el escaparate hecho un cromo. Si alguien se lo merecía era precisamente ella. Además, y bien mirado, así todo quedaba en casa.
Levantamos acta y, mientras el Administrador marcaba el 091, brindamos con sidra a la salud del fiambre.
Tengo que reconocer que se me escapó una lágrima al besar a la sorprendida viuda. No la abracé porque, con ese  escote que tiene, alguno hubiera pensado  lo que no se tiene ni que imaginar.
A mí - que le voy a hacer si soy un sentimental - estas reuniones de vecinos me conmueven. Y es que en esta sociedad de individualismo y de falta de valores todavía quedan reductos en donde florecen primaverales los viejos símbolos colectivos.
Lo que no fui capaz de comprender fue lo mal que encajó nuestra decisión la beneficiada. Primero, se le puso una mueca de estupor como si le estuviéramos gastando una broma. Luego se le fue descomponiendo el rostro que mostraba un rictus en el que se mezclaban el pánico y sorpresa. Cuando llegó la policía y la entregamos, entre felicitaciones y parabienes, se revolvió de los agentes y, con un gesto de desprecio y rabia nos espetó:
-         Estáis todos locos. Como me podéis hacer esto  mí. ¡Sois unos hijos de puta…!
Nos quedamos de una pieza. La señora Rosario, siempre poniéndose en el lugar del débil, dijo que la chica llevaba poco tiempo en la casa y se sorprendía de la familiaridad de los vecinos, para terminar justificándola: “Además la pobre, viviendo con quién vivía, no está habituada al buen trato”.
-         Eso es, señá Rosario, usted lo ha clavao. – sentenció Carlitos-
Y es que, como dijo Borja, que trabaja en la asistencia social de la parroquia: “cuando se viene de un medio desestructurado y no se ha gozado de las ligaduras y los vínculos del afecto, hay un desequilibrio emocional que te impide ser receptor de los lenguajes positivos y del mismísimo amor”. Este Borja, dirán que pierde aceite y tal, pero desde luego habla como dios.
-         Cada mochuelo a su olivo. – dijo imperativo don Mariano.
Y, poco a poco, nos fuimos yendo a nuestras casas. Conscientes de haber cumplido con nuestras obligaciones vecinales y con el orgullo de conocer en propia carne la solidaridad que se esconde en esta comunidad. 

Ustedes se preguntarán quién soy yo. Eso da igual, no tiene relevancia. Digamos que soy el carnicero que vive en el 4º-D, que tengo coartada, y que soy uno más del alma que habita en torno a una escalera.  Somos una familia.
MARIANO CRESPO