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viernes, 27 de noviembre de 2015

Adivinanza


Se levanta el telón
y se divisa una hecatombe, 
un desastre apocalíptico, 
un diluvio universal 
del que tú eres uno 
del grupo de afortunados 
que está a flote.
Desde el arca 
se golpea a desesperados 
que intentan inútilmente 
una salvación que los tuyos impiden.

La pregunta no es cuál es el título de la obra
sino cómo te redimes.


© Mariano Crespo

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Documentos


Francamente,
yo no he sido un buen patriota. 
Hubo un tiempo 
en que por pasear con Diane Keaton
por las calles de Manhattan
me hubiera hecho miope y judio. 
Por tocar con Charlie Parker 
hubiera estudiado para negro.
Y por ser Leonardo
me hubiera empadronado 
de ángel prófugo
en el infierno. 
Cuando suena 
cierta melodía de Puccini 
me pongo de pie 
y con la mano en el pecho. 
Cuando 
veo un pañuelo
acariciando el pubis 
- como una cortina de incienso 
 ante el pórtico de la catedral de Florencia-
juro bandera 
y abdico de otra patria 
que no sea la de los desterrados
por disfrutar de la fruta de Eva.
Tal vez por esos desórdenes, 
cada vez que he enseñado el pasaporte, 
sin nada que ocultar, 
tengo sudores en las manos
y el corazón se hiela.

© Mariano Crespo


lunes, 23 de noviembre de 2015

El humo del deseo


Dejaron de fumarme los cigarrillos
hace ya bastantes años.
Fue, casualmente,
cuando colocaron el aviso 
de que produce impotencia 
el uso de ese producto
cuando renuncié a mi consumo.
Solo lo echo en falta 
cuando me embeleso 
con unos labios 
que me secuestran la mirada.
Cuando deseo que les llegue 
mi beso y luego morderlos 
a bocaditos pequeños 
como de ensaimada o bombón 
y cuando ella me mira turbada. 
-yo subo el puente de mis gafas- 
sin poder acudir al paquete 
y decir: te apetece un cigarro,
me parecía que tenías ganas.
Cierto es que no es de recibo esta patraña,
pero no lo es menos que a las mujeres 
las divierten las coartadas absurdas
para los pérfidos crímenes del deseo
que nunca se culminan o se callan.

© Mariano Crespo

domingo, 22 de noviembre de 2015

Fabuladores

                            A Marcello Mastroianni, maestro de fábulas.
          
Por mucho que asumas tu historia
no veo adecuado que pongas 
en un marco de plata tus radiografías 
adornando las paredes de la alcoba
ni que invites a tus amantes 
a ver el vídeo de tu boda.
A los amores efímeros 
no les importa tu interior 
ni los muertos que te vieron 
prometer un incumplimiento.
Las mujeres pasajeras cuando dicen 
que deberíamos conocernos un poco más 
antes de ir a la cama,
es porque viene en el guión 
no porque estén interesadas.
Y los buenos amantes 
conocen que las mujeres lloran,
hasta convertir en pasión las lágrimas,
mejor con las historias inventadas.
A los tristes se les tiene piedad.
A los fabuladores se les folla.

© Mariano Crespo


sábado, 21 de noviembre de 2015

Retrato de pipa con hombre


Vidas atrás 
me recuerdo erudito, 
con buena labia, 
de pensamiento
mucho más sociable.
Tenía un resorte
en la cabeza 
por el que oía una noticia
y opinaba, 
elaboraba un diagnóstico,
encontraba el meollo 
enunciaba las causas. 
Las mentiras,
por esta oreja me entraban
y salían por la de enfrente.
Las verdades tomaban café 
conmigo a diario 
y los domingos iban a misa
y comulgaban ruedas
de molino recauchutadas. 
Ahora, 
si oigo una información 
no miro a nadie,
no vayan a preguntarme. 
No sabría qué decir, 
por dónde empezar.
Es tan complejo todo
que para errar mejor es callarse. 
Y cuando
-porque leí algo del tema- 
tengo algo que apuntar 
para aportar al debate 
hace ya un siglo 
que cambiaron de tema 
o acabó aquella guerra,
dio comienzo otra hambruna, 
cambió el clima 
y se casó un torero.
qué se yo,
con un toro 
o alguien con cuernos
de buena camada
y acabó la tertulia. 
Vidas atrás 
hasta me podías 
pedir un consejo. 
Hoy solo indico 
a los perdidos 
cómo llegar a su calle.
Es como si todo 
estuviera más claro 
o más turbio
pero para mí 
para mi uso personal
exclusivamente. 
En esta vida presente 
no convenzo a nadie
me da pereza
utilizar el cerebro 
para usos triviales. 
Eso sí, 
desde que estoy torpe 
para el debate 
capto los sentimientos 
al vuelo y debato 
con los pájaros 
y con la sombra de tu pelo 
cuando se desvanece
el mundo con la tarde.
Enciendo la pipa,
leo mis poetas 
y el mundo adquiere 
nuestro desorden 
amable. 
Esas tibias ganas
de besarte las flores 
y tararear un bolero 
sobre el ser, 
el infinito, 
la omnipresencia 
de tu boca 
en la palabra beso,
Sobre la omnipresencia
del amor 
entre las noticias de barbarie.

© Mariano Crespo 
© Foto de Héctor Crespo

viernes, 20 de noviembre de 2015

Las cenizas del candor



Para todas nuestras vecinas de cualquier 1º A

Aquella tarde,
ensayando un beso 
y el giro idóneo de la lengua
para no ahogarse,
repitiendo los deberes
cerrando los ojos
un segundo antes y después
de la ejecución del arte

como los maestros del cine
fundamos nuestra pareja.
Vimos que nuestros apellidos 
tenían la suficiente armonía
para oírlos sin rencor un niño
en la lista de la escuela, 
Sonábamos a familia 
con letrero en la puerta, 
papel pintado 
y los domingos paella. 
Con todos los amigos 
a tomar café 
y enseñar la terraza 
con vistas a un parque 
con un montón de árboles
en donde el sol 
se empadrona.
y pájaros recién casados
como nosotros
hacían el nido y piaban.

Que dios proteja 
cada rincón 
de esta entelequia. 
Aquella noche, 
por vez primera, 
mi mano temblorosa 
entró bajo tu jersey 
y conoció la conmoción 
que supone el llegar 
a un nuevo planeta,
un territorio febril
que cuando lo descubres,
emocionado, tiembla.
Aun ahora en el recuerdo
la garganta se anuda
y agoniza una neurona. 


Aquella tarde, 
aquella noche, 
ignorábamos
que el guión estaba escrito 
y era inconsistente, 
ramplón como un sainete,
bufo cono una mala opereta. 
 
Historias de amor 
que sacamos del desván 
tras una opípara comida,
de tres o cuatro copas 
y solo para hacer reír 
a los comensales 
de una sobremesa
que decaía en la modorra.
Ms tarde, a solas piensas,
que el tiempo 
-ese resabiado patán-
convierte nuestros fracasos
más sólidos, en nuestra 
colección de anécdotas.
Y no es justo, 
no es justo por ti,
y más injusto por ella,
convertir en chascarrillo, 
lo que si tuvieras valor 
de manchar tu máscara 
con lo que arde y quema, 
sería un -no sé si hermoso-
pero digno y reparador poema.
Más de noche, 
lo escribes 
entre lágrimas
que se te escapan
como en las películas 
de perros abandonados,
o de niños huérfanos. 
Qué rara es, con las pérdidas,
con las cenizas del candor, 
nuestra cabeza.


© Mariano Crespo

jueves, 19 de noviembre de 2015

Nostalgia (II)


"Tu nostalgia del incómodo tiempo negro me ha hecho sonreír con complicidad.
Estamos locos" Elvira DAUDET

Para  Elvira

Coincido, contigo,
hermosa poeta, 
en las dos cosas. 
Estoy loco
y además siento loca nostalgia 
entre cicatrices que fueron penas, 
Como la madre recuerda 
el primer tacto del niño 
apartando el humo del desgarro
y la salvaje ruptura 
de la vida por la puerta de la caverna.
Como guardamos añoranza 
de barras de bares
que si bien es cierto
nos sirvieron con diligencia
y excelente banda sonora
nuestras dosis diarias
contra la desesperanza, 
en ellas descubrimos la traición 
tras sus gafas opacas, 
y bajando las escaleras 
vomitamos nuestros fracasos 
y a las primeras viudas negras. 
No es que perdiéramos, 
allí la cartera, 
que también,
sino que además 
dejamos para siempre 
la foto de carné 
de la mujer 
con la que habíamos 
construido una biografía 
con solo poner el primer polvo,
la primera piedra. 
Amamos los partidos 
que vimos de pie y estrujados, 
los coches de choque 
que llamábamos utilitarios 
y, como eramos capaces
de hacer el amor en un sidecar,
gozamos el confort de las motocicletas,
y de las carreras urbanas 
sin dorsal pero con un policía 
pisándonos los talones y las contraseñas. 
Nos afiliamos 
a las causas proscritas 
por besar una mujer 
o derrocar una miseria,
porque hubiera más jardines 
y por cambiar los nombres
delas calles y las estatuas
ecuestres de las glorietas.
Y sentimos nostalgia 
del tabaco 
que nos arrebató amigos 
y de la ginebra 
que nos robó la lucidez 
aquel día,
en aquella puerta. 
donde el futuro 
era el ascensor 
y subimos por la escalera.
Sí, Elvira, 
no solo somos un pueblo 
que hace días de fiesta de sus derrotas,
- el día que venció a la Ilustración 
o que los gorilas quemaron las bibliotecas- 
sino que además estamos tan locos 
como para marcar en el calendario 
de nuestros himnos y odas, 
todos los días que gozamos un instante,
tan solo un leve instante,
durante un largo siglo de miseria
en un incomodo tiempo negro 
de una lúgubre sala de espera.

© Mariano Crespo


martes, 17 de noviembre de 2015

Sesión continua

                                 

El poeta no fue sino un cromo
coleccionista, sin álbum, de niños.

Ahora, el poeta es un bosque, tal vez un árbol, 
que vuela persiguiendo mariposas y nidos.

El poeta llegará a ser el hueco de tu falda
aguardándose a sí mismo triunfante y vencido.

El poeta morará en la frágil memoria de tus adjetivos, 
en el taburete vacío del bar de los pronombres
que perjuran que entre tú y ellos no hubo nada personal,
en la conjunción copulativa que une tus muslos,
en la conjugación cortada por el fango de los verbos transitivos.

¿Dónde está la fila de los boletos para montar de nuevo?
Ese interrogante será el sencillo epitafio
que el poeta olvidó en la noria 
de la verbena de los descampados de su barrio.

Porqué el poeta, aunque lo niegue, cree en la reencarnación 
pues no ha dejado de ser el chaval de la sesión continua 
que sabe que el final solo es el inicio de otra película.

© Mariano Crespo


domingo, 15 de noviembre de 2015

Pubertad de los sesenta


Dejas de beber, de fumar 
piensas que el capitalismo es una mierda 
que te consiente vivir en la parte
buena del planeta 
y que contra Franco 
aprendiste a Freud, el Kamasutra
y que a Carlos Marx
no le iba la ensaladilla rusa
ni el gulag ni la nomenklatura.
Además que de las cenizas del nazareno
nacieron las míseras venéreas de la curia,
la emoción de la Capilla Sixtina,
los secretos de las víboras 
el veneno de los besos de puta,
y el éxtasis, gloria bendita, 
de Haendel y su Aleluya.
Que la vida es una contrarreloj 
absurda desde la nada hasta la nada 
y algunos corren por ganarla.
Es la síntesis de la madurez, 
el reposo de los cincuenta.
Afortunadamente vuelve 
una segunda adolescencia. 
Te das cuentas de que aquello 
que hiciste bien no estaba tan bien,
mas bien, era, además de una reiteración,
una trampa burda de la conciencia. 
Te das cuenta de que aquello 
que no te perdonas 
es por lo que alguna mujer 
volvería a soltarse la melena.
Esto de la pubertad de los sesenta 
tiene todas las contraindicaciones 
que ustedes quieran,
pero me obliga aplazar la muerte 
un par o dos de décadas.
Porque yo o me muero en paz
con un inventario en limpio 
de gozos y de penas
de méritos y de deudas
o me quedo sentado en la barra
escribiendo un Canto a mí mismo
- como el viejo Walt Whitman-
para meterlo en una botella
y tirarlo desde el delta de tu pubis
al mar que tu mirada refleja  

Porque para pasarme la eternidad 
como el pensador de Rodin, 
que no sabes si se aburre o piensa,
no cierro para siempre 
ni los ojos ni la bragueta,
ni el corazón ni la cabeza.

© Mariano Crespo


jueves, 12 de noviembre de 2015

Confianza


No me fío de los atardeceres 
por su gusto en apostar a los apocalipsis. 
No me fío de los esqueletos ni de los santos patrones
por soportar todo el peso sin gozar de nada.
No me fío del olfato de los perros
 
porque no saben elegir a sus amigos. 
No me fió de las letras del rock and roll 
porque las mujeres se acobardan ante el amor a gritos.
No me fío del secreto de confesión 
porque dios es un escritor de best-seller. 
No me fió de la historia que cae en los exámenes
porque nunca está contada por sus víctimas. 
No me fío de las estrellas 
porque todos mis muertos de cada día 
y las mujeres que me tiraron del caballo 
no estaban ni en la postdata de mi carta astral
y el cielo miente más que calla.
No me fío de mí, si tú no te fías, 
pero si me crees te regalaré una mentira 
que nos sirva de salvoconducto o coartada
porque -aunque algunos lo ignoren- a los polizones
de este barco sin Noé pero con diluvio
nos persigue la misma policía
nos vigila el mismo ojo,
y el mismo revólver nos asesina.

© Mariano Crespo


martes, 10 de noviembre de 2015

Edades



En la juventud. 
Cuando todo es rojo intenso
empiezas en el oficio 
de asaltador de camas 
o guerrillero de alcobas 
-si tu gusto son las señoras- 
la principal táctica a mejorar 
es la de la retirada.
Tienes pánico al vacío 
cuando callan las armas.
Con el tiempo 
descubres que todo 
lo que es necesario saber 
de esta absurda película 
se aprende en el post-rodaje 
de la escenas que abrasan,
como lo que se conoce de la lluvia 
siempre es tras la tormenta
cuando el aguacero no ciega.
En la madurez.
cuando todo el color es burdeos,
pasado el tiempo 
de las escaramuzas, 
las derrotas ocultas, 
y las victorias sin épica ni crónica, 
te empieza a gustar la sopa 
el pescado en salsa 
y los besos tras las brasas
suaves como el tacto de la lana. 
El aliento a ceniza de las palabras.
Es cuando 
la principal táctica a mejorar 
es el asentamiento 
sobre la pradera tomada,
la edificación de una chimenea 
en torno a su mirada
la familiaridad con los gatos 
y escuchar la música del silencio 
hasta que te sientas capaz 
de poner letra 
a tu propia balada,
ese epitafio que se baila
a media luz
y con las caras pegadas.

© Mariano Crespo


domingo, 8 de noviembre de 2015

Nostalgias



Echo de menos 
cosas incómodas, 
como el disco de marcar los teléfonos, 
los telegramas desde cualquier puerto, 
los bulevares de algunas calles
los anuncios de duelos en la radio,
las palmas demandando un sereno
Yo que soy de aquel tiempo 
en que la ocasión la pintaban calva
y en los pubis se ensortijaba el vello.
Dicen que fui un jugador raro de baloncesto,
todo porque me encantaban los tiempos muertos.
Echo de menos la nova canço catalana 
el viejo cine negro americano 
y aquel -tan breve- nuevo madrileño.
Echo de menos a Hilario Camacho 
el ruido de los somieres 
la vergüenza en las farmacias
las farolas rotas del parque 
y el póster de Novecento.
Echo de menos 
el laberinto épico de los sujetadores 
con corchetes que no admitían sobornos. 
Echo de menos los curas rojos 
y el psicoanálisis bonaerense.

Echo de menos cosas incomodas,
como esperarte a la salida del metro
-cuando empezaron a reconocerme las musas -
a la vuelta del baño, 
a la puerta de tu casa, 
a tu llegada al orgasmo, 
a esperarte y que no me rimaran las palabras. 

© Mariano Crespo

jueves, 5 de noviembre de 2015

Despedida


Cuándo deja uno de escribir.
No quiero desafiar al destino 
diciendo un día que me voy 
cuando para todos ya me había ido.
Pero cómo renunciar
a este gusto de acompañar 
al viejo al teatro
hasta el poema al niño.
Este placer de buscar 
en el escote, entre los muslos, 
de las musas, 
aquello que igual no está,
porque no soy yo el elegido.


© Mariano Crespo

martes, 3 de noviembre de 2015

Fallos



Casi todos los fracasos coinciden
solo en la bandera, las tasas 
y en el sabor a vinagre 
del vino del desprecio.
Pero los grandes fracasos
son sublimes.
Y lo son por la lógica 
demente del cálculo 
de improbabilidades de los sueños. 
Por haber proyectado
cosas tangibles 
como nadar en el cielo 
como volar bajo el agua 
como residir en tu sexo.
Esos fracasos 
tienen la nacionalidad de la infancia 
y un montón de caramelos
brotando de los cuentos.
Y yo os digo que el niño, 
el hombre, 
crece según la altura de sus tropiezos.
Los demás, 
-esas vidas ejemplares, por ejemplo-
no cumplen profecías, 
ni encarnan leyendas, ni protagonizan cuentos.
Son manuales, catecismos y prospectos. 
Esa biblia sin belleza 
que construye demoliendo.


© Mariano Crespo

Vainica Doble


                                    (Para Gloria Van Aerssen y Carmen Santonja , ahora juntas para siempre)

Hubo tardes de candor
al que subía la fiebre 
y miradas turbias,
los ángeles tenían sexo 
y aunque aun no usaban lencería
estaba en llamas la ropa interior.
 
Tardes de humo dulce 
y vello suave en las piernas 
faldas de flores 
y citas de Beauvoir
antes de un beso
que te convertía 
al existencialismo 
porque los otros 
eran los rivales 
y el infierno 
Ella tomaba café y coñac 
y jugaba al parchís 
comiendo veinte 
y contando una,
María, Paloma, 
Adela y Chelo, 
un póquer de damas 
perdedor 
para una mano 
de mal agüero, 
con un pájaro dentro. 
La tragedia,
en francés, 
de los náufragos adolescentes.
Todas las canciones que me envenenaron 
parecían, a simple vista, inocentes.
Y no he levantado cabeza 
desde el primer baile 
cuando el primer izado 
del mástil de la bandera blanca 
creyendo que ibas al ataque.

Lo repito y lo repetiré mil veces: 
Todas las canciones que me envenenaron 
parecían, a simple vista, inocentes.


© Mariano Crespo

lunes, 2 de noviembre de 2015

Secretos (II)


Hay muchas secretarias solteras 
o casadas con su secreto
por lo civil o lo penal
y saben lo que ignoran las carpetas
cuando los discos duros se ablandan. . 
Hay hombres 
que coleccionan secretos 
y se casan con dios
y se amanceban con la soledad
preguntándose dónde un secreter 
- en que otro discreto mueble- 
puede perder sus misterios. 
Hay espaldas vencidas por secretos,
y por eso llevan protección
de policías secretos. 
Mi abuela 
contaba sus secretos antes de dormirse 
por si de mañana no la escuchaba el sol
y se moría con ellos dentro. 
Mi abuelo era un secreto en sí mismo
y yo empiezo a parecerme a sus silencios. 
Comienzo a hablar con chivatos 
y callar con los amigos
y hasta con los perros. 
Creo que al final voy aprendiendo 
el oficio de tumba estudiando para pregonero.

© Mariano Crespo


domingo, 1 de noviembre de 2015

Secretos (III)



Hay dos razones 
para que un viejo 
escriba poemas de amor.
La segunda es que conserve la memoria
y el olvido. 
La primera nunca fue ni será mía 
pero me la callo yo.

© Mariano Crespo


Clásicos


Soy complaciente con la preferencia 
de las élites por los clásicos. 
Se debe a que están muertos
y buscan por conventos su tumba
junto a los fetos de las monjas. 
Y los cadáveres
-por muy golfos que sean- 
no dejan a deber en hostales, 
burdeles o tabernas. 
No se burlan 
de su empaque 
ni comentan como una señora 
cuando le viene o le llega. 
Los cadáveres 
no ponen el status quo 
como un bebedero de patos 
o el coño de la Bernarda.
Un poeta es una paloma cagona 
hasta el momento que deviene estatua.
Yo entiendo la preferencia 
de las élites por los clásicos, 
voy, incluso, ay, compartiéndola.
Y me esfuerzo en la elegancia 
para llegar a académico 
o concejal de cultura 
o tertuliano de ateneo
o palanganero de palacio 
y dar nombre a una calle sin salida
o, lo que viene a ser lo mismo, 
una corriente literaria.


© Mariano Crespo