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sábado, 5 de septiembre de 2015

Tradiciones


La palabra tradición 
rebana clítoris
y tortura animales,
justifica la infamia, 
crea linajes 
y excluidos de esas mesas 
en las que se precisa 
señas de identidad y traje.

Hay un solo día 
en que la hago propia
como defensa de la nada,
como coartada de la pereza. . 
En que la reivindico 
con la fuerza de un poseso
para justificar mi ausencia.
Cuando se me invita 
a la fiesta de una urbanización,
de un paraje con vistas al lado ciego
del barrio dormitorio, 
de los adosados al tedio, 
de la torres sin princesa,
ni druida, ni pregonero.
La pachanga en los nichos 
de los náufragos sin barco
y con el naufragio en préstamo.

Esa verbena 
de los alquilados en el infierno 
para poder tocar el mar 
y mandar un selfi de un culo románico,
de unos pechos como dunas sin desierto,

A falta de una ermita derruida, 
de una derrota,
de una sangrienta catástrofe
que toda fiesta que se precie
lleva en su mismo germen
y que propicia la bula eclesiástica
para anegarse en alcohol 
con la bendición del clero
y de las autoridades.

© Mariano Crespo

3 comentarios:

  1. Bravo por escribir tantas verdades. Tan valientemente.
    Un saludo

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  2. Las fiestas sobreviven porque hay alguien que vive a cuenta de festejar, aquellos que se llevan el dividendo de la sordidez.

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