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lunes, 26 de marzo de 2012

Los salvadores


En una ocasión 

traté de ayudar
a un ciego
a cruzar
la calle.
Le agarré
por el codo
y el se desprendió
en un gesto
rápido,
para sujetarme a mí
del brazo.
Cuando uno se juega la vida
se la juega solo.
El otro puede ser un asidero,
un bastón.
Pero, cuidado, los ciegos
saben de sobra que hay bastones tontos,
como zotes útiles,
como socios necios.

Pero los estorbos tienen una terca vocación de socorro,
se te instalen de salvadores
y te lo recuerdan cada aniversario.

© Mariano Crespo Martínez

                         
       

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