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martes, 4 de febrero de 2014

Indocumentado




Nadie que me conozca
se explica por qué no tengo coche
careciendo de su permiso de manejo. 

Nunca tuve acreditación para lo que disfrutaba
y constituyó mi sustento. 

Fui a la universidad a adquirir un diploma 
y salí con un vacío enmarcado 
para el salón de la casa que no construí
en aquella cala
donde desembarcaban de noche
los contrabandistas de sueños. 

No ejercí ni un solo minuto 
aquello para lo que me titularon
aun careciendo de talento. 

Cuando te ocupo, princesa, 
me miras con la mezcla de piedad y estremecimiento
con que se ampara a los polizones
y la visita sorpresa
de una inquietante tormenta en un mes de invierno.

No admiten teólogos en mis paraísos
y tú, amor, me guardas el secreto 
de que creo vivir sobre un ADN falsificado
o sospechoso o espía o heterogéneo. 

Quizá por esa certeza efectúas redadas en mi alma
las noches en que tengo clandestino ese suave sentimiento
cobijado en la esquina más oculta
de mis círculos concéntricos.
 


© Mariano Crespo








                                    
 

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