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sábado, 4 de julio de 2015

Parnaso


(A los amigos y amigas que logran ver las estrellas desde la bodega del barco)

Hace muchos años viviendo en una isla 
me encontré con un vecino del barrio 
mientras el viento desarbolaba bares y barcos.

Nos comentó a mí y al vaso de ginebra 
-mirándonos como el que se sujeta a un mástil-
que era difícil ser sublime en la miseria,
que cuando se instala la necesidad 
en la casa donde habitó la belleza 
se apaga hasta la vela del deseo 
y se sofocan los gritos nocturnos de fiesta.

Me viene a la memoria cuando bebo con poetas 
y veo que del mapa del tesoro hay menos nuevas 
que de la incineradora de delirios sólidos,
que hay una multitud para una sola maleta 
y para el viaje a Ítaca siempre hay tormenta.

Me rehago de un primer momento de tristeza 
viendo que ninguno abandona la faena 
y para que les agarren las rosas 
se llenan el vientre de tierra. 

Y tienen la elegancia de dejar propinas 
en verso cuando demandan a cuánto asciende 
una ración de dudas y un vaso largo de agua.

En el parnaso solo se llora 
las noches mágicas en que se presenta una obra.

© Mariano Crespo


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