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martes, 7 de agosto de 2012

Capital



 

 El silencio cómplice de tus ancestros
te ocultó que se viene de herencia
con un crédito limitado.

No son monedas de curso legal,
son de la acuñación eterna
de Judas.

 Una noche das un beso y dejan de girar los planetas.
Los calendarios ruedan como norias ebrias.
Te estalla la cabeza en treinta añicos,
aparece el cartel de "Game Over",
tus labios pronuncian mecanicamente hecatombe
y caes en la cuenta de que finalizó tu partida,
no te quedan monedas.

Te ciñes el sombrero y abandonas con paso cansado
ese territorio del deseo al que dicen no se vuelve.

 © Mariano Crespo Martínez



                

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias por tu generosidad, Celso. ¡¡¡Bonito nombre!!!

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  2. uffff... normalmente no suelo comentar, eso es bueno, se hace el silencio en mi siento cada uno de esos versos... suspiro y releo.
    Me encanta. Un beso!

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    1. Gracias, Mayte. Para mí es un poema muy triste. Lo escribí pensando en el día que tras un beso ya no sueceda nada, ni en el pubis ni en el cerebro. Espero que todavía esté lejos.

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