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sábado, 17 de febrero de 2018

Crónica marciana


Qué perseguimos cuando no huimos.

Qué hacemos en los aeropuertos
cuando ya no hay vuelos.

Qué miramos en las mujeres
en el instante en que nos ignoran.

¿Sabe el buitre que es buitre
cuando repta por el suelo?

Dónde hay remiendos para los corazones con desperfectos.

Cuántas veces se detiene la lluvia en el desierto.

Voy a componerte una canción
aunque en cuarto menguante
suspenden los conciertos.
¿Por qué?


Por las jaquecas y la mampostería,
el estiércol y las perlas auténticas.

Porque sería excesivamente cruel
confundir las gardenias
con las zapatillas de andar por casa,
el otoño con la alopecia,
las almohadas con la novia,
el rigor mortis con las estatuas,
el sexo con la gimnasia,
y el románico con los papas.

Pero yo abogo
por perder el contexto
y las referencias
Descabalar las fichas del dominó
y volver a repartir la baraja,
que no es una desgracia
sino una oportunidad de resucitar,
una vuelta de regalo en la noria,
una bala en la recámara,
una reválida sin examen,
un principio sin guadaña.

Pienso firmemente que
merece la pena refugiarse en una biblioteca
durante los bombardeos
y tener palomas mensajeras
aunque no escribas versos.

Pienso y sostengo que
no se puede dejar en prenda la palabra,
no es de fortuna dar la talla al sepulturero
y no es un mérito figurar el primero
en la lista de condenados al desprecio.

Siempre que me siento en un banco de Marte
me surgen dudas estúpidas
como si habrá vida inteligente en el planeta tierra

y, en caso afirmativo, como entraré en contacto con ella.

Mariano Crespo


               

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