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viernes, 3 de febrero de 2012

Elogio del amor inverso



Odio los consejos de ministros
y las radios de los taxistas.

Odio las medias mentiras
y que miren el reloj
consultando la hora,
cuando yo apelo al deseo
y miro las tetas.

Odio las frases hechas,
los orgasmos fingidos
y los que observan el curriculum
e ignoran la biografía.

Odio a las mujeres
que estudian
para documentalistas de rencores.

Odio las tarjetas de presentación
los besos de compromiso,
las canciones de la tuna
y las recetas contra el mal de amores.

Odio a los que desprecian a las putas
y regatean el precio
de las que pondrán la lengua en su soledad
porque ignoran que son "hijos de"
no clientes.

Odio los concursos de todo
tanto como las tertulias de nada.

Odio los traficantes de sueños
que nos meten promesas en vena
y nos hacen adictos al engaño.

Odio las cafeterías con hilo musical
que siempre ponen boleros
en el momento desdicha en que tu chica
te está dejando.

Odio el paripé, la impostura,
el tener altar en la tierra
y ser un patán en
la República de los Cielos.

Odio las primeras comuniones
y las últimas hostias.

Odio a los que amenazan
con cuchillos, revolver o infierno.

Odio la libertad condicionada.

Odio la buena voluntad
con la mala realidad conjugada

Odio que se llame maestro a un torero
y funcionario a un catedrático.

Odio que se denomine doctor
a quien solo es un mecánico del cuerpo
y que se vayan muriendo de asco
los buenos médicos.

Odio la mala fé,
la esperanza Aguirre,
y la paja de caridad
que bien entendida empieza
por uno mismo.

Odio todos los muros
el de la vergüenza,
el de las lamentaciones
y el de los cursis en Facebook.

Odio la bolsa, las rifas,
y las tarifas en los museos
que ponen precio y coto
a lo excelso, a lo bello.

Odio las rejas en los santos lugares
de la entrepierna sagrada.

Odio el hábito y el uniforme.
Odio la tarjeta roja directa.

Odio a los camareros que insultan
a los borrachos.

Odio a los camellos que desprecian
a sus adictos.

Odio a las empresas
que ponen que su producto mata
y siguen recogiendo beneficios
de los asesinatos.

Odio lo cantos de sirena
las cartas a los reyes vagos
y las colas para besar santos
y humillarse en la petición
de un deseo que solo beneficia
al cepillo del traficante clero.

Odio a los que confunden
la cultura con las preguntas del Trivial.-

Odio la halitosis de los predicadores.

Odio los fines que abdican
de los principios.

Odio las recetas para el éxito
y los libros de autoayuda en carretera
del fracaso.

Odio la indiferencia.
Odio los charcos.

Mariano Crespo



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