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martes, 2 de julio de 2013

Seguridad pasiva



Por si un incendio 
el corazón nos incendia
en una noche cualquiera
adorna un extintor 
la soledad de la escalera. 

Mas cuando somos, de los besos 
antiguos, la brasa nueva,
cuando somos nuestros dolores 
retortijando un bolero,
no hay de guardia una amapola
ni barril en el cuello de un San Bernardo 
que nos duerma la pena 
con la nana de la medicina
el consuelo letargo de los incinerados
en el desamor o el deshielo.
 

Proclaman que, antes que nada, la morfina
los médicos de la Unidad de Quemados.

Tenemos cautela para atajar los incendios,
pero para las entrañas que se encenizan
no palían ni tus intensos cuidados.
© Mariano Crespo






                  

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