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miércoles, 5 de junio de 2013

Los voluntarios



                                    A mi amigo, Miguel Nuñez, que derrotó a la tortura

La gran desventaja


de mi carencia de fe
 

es la renuncia expresa 

a reencontrarme con mis amados
tras la sobremesa

de la última cena.



El privilegio

es descartar encontrarme con ellos

en el infierno.
.
En el Guantánamo eterno.



No obstante, hay algo mas inmundo

e insufrible que el designio

ajeno de ser un torturado.

Obtener la plaza eterna voluntaria de verdugo.



© Mariano Crespo Martínez






                     

2 comentarios:

  1. La poesía titulada "Torturas" escritas por Wislawa Szymborska, premio Nobel de literatura en 1996, es leída por hombres y mujeres de Euskal Herria que han denunciado haber padecido torturas.

    http://www.youtube.com/watch?v=1MXzmhWPIpg


    Nada ha cambiado.
    El cuerpo es doloroso,
    necesita comer, respirar y dormir,
    tiene piel fina y, debajo, sangre,
    tiene buenas reservas de dientes y de uñas,
    huesos quebradizos, articulaciones dúctiles.
    Para las torturas todo se tiene en cuenta.

    Nada ha cambiado.
    El cuerpo tiembla como temblaba
    antes y después de la fundación de Roma,
    en el siglo veinte antes y después de Cristo,
    las torturas son como fueron, aunque la tierra ha menguado
    y diríase que todo sucede a la vuelta de la esquina.

    Nada ha cambiado.
    Salvo el número de habitantes por metro cuadrado,
    a las viejas culpas de suman nuevas,
    reales, imputadas, momentáneas y nulas,
    pero el grito del cuerpo que las avala
    era, es y será un grito de inocencia
    según el baremo y escala seculares.

    Nada ha cambiado.
    Quizás los modales, las ceremonias y las danzas,
    pero el gesto de brazos protegiendo una cabeza
    sigue siendo el mismo.
    El cuerpo se retuerce, forcejea para liberarse,
    cae postrado, dobla las rodillas,
    lividece, se hincha, babea y sangra.

    Nada ha cambiado.
    Salvo el curso de los ríos,
    la línea de los bosques, costas, desiertos y glaciares.
    Por esos parajes el alma yerra,
    desaparece, vuelve, se acerca y se aleja,
    ajena a sí misma e inasequible,
    ora segura, ora insegura de su existencia,
    mientras el cuerpo es, es y sigue siendo,
    y no tiene donde cobijarse.

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  2. No había leído tu poema ni visto la foto hasta hoy, Mariano. Se me escapó entre el ruido de la cotidianeidad.

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