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jueves, 8 de octubre de 2015

Celos



La mañana y yo salíamos
por la misma boca de metro
que no presagiaba mala jornada.
"A mí no me hablas 
con la alegría que a ella".
Un joven reprochaba a una muchacha,
con la ira de los brazos como ramas
agitadas por el aborrecimiento.
Tuve la tentación de seguir tras su desdén
por ver cuando llegaba
el final de sus tiempos,
el precipicio atardecer del desencuentro.
Se quedó de visita la tristeza
en el estomago 
hasta la hora del almuerzo.
Los celos de Caín,
de cada día nuestro padre nuestro.
Nadie se libra de de una toma falsa 
en la película sublime del amor.
Todos olvidamos sin éxito un secreto.

© Mariano Crespo


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