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sábado, 11 de junio de 2011

Apuntes heterodoxos sobre la amistad, sobre los amigos

“Sólo los tontos tienen muchas amistades. El mayor número de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez” (Pio Baroja)

Hay conceptos, la amistad y el amor entre ellos, que están tan rodeados de tópicos que a menudo se hacen tan infumables como el más nefasto de los programas de un partido político. No hablo, claro, de esa amistad virtual de facebook o de otros sitios de reunión de la red. Allí, quiero pensar, todo el mundo sabe las lindes de esa relación y no se suele llevar a engaño. Y el que se lleva es porque le compensa la impostura.

La amistad más creativa y altruista, tiendo a pensar, se da en la adolescencia, patria efímera, en donde uno cree que el mundo que está empezando a descubrir será tan definitivo como toda su biografía. Entonces es intensa, y tiene su mayor riqueza en la inocencia.

Cuando chaval yo tuve un amigo con el que llegué a hacer un pacto de sangre. Nos hicimos un leve corte en nuestras muñecas y fundimos nuestra sangre (lo habíamos visto en una película del cine del barrio) conjurándonos en que, cuando fuéramos mayores, mataríamos al profesor de lengua, don Julián, que nos atizaba día sí y día también y más.

No voy a decir si lo cumplimos, porque un pacto entre niños es sagrado.

La amistad para mi generación tuvo más tarde carácter de militancia y por tanto de solidaridad porque como señala el poeta no hay más complicidad que “cuando dos huyen de la policía”.

Yo cultivé mucho la amistad. Quizá porque desde los 19 años -edad en que me emancipé parcialmente- la familia constituía el pasado y la nueva familia de la que dotaba era la que encontraba en la calle, en los bares, en raros lugares, también, y en extrañas circunstancias.

Una novia de por aquellos tiempos en el momento final, en el que se dicen los epitafios de desdén del amor, le confesó a otra amiga:

-Es un buen amigo de sus amigos pero como novio es un desastre.

No le faltaba razón del todo porque, entre otras miserias, nuestra relación había podido ser reseñada mejor en un tebeo de hazañas bélicas que un poemario.

Por entonces, los amigos constituían un grupo de autodefensa frente a la pareja. Una gran parte de las conversaciones entre aquellos chicos inmaduros que éramos se desarrollaba en territorio casposo de contarnos los agravios que teníamos que soportar de nuestras chicas (Ay, qué pena, pobres chicos esclavos de la tiranía de la mujer, resulta jocoso).. Una historia de cretinos. (A pesar de ello, simples hay, que la siguen practicando de adultos).

Un tipo con mi biografía que simultaneó durante su adolescencia y juventud más periodos de cautiverio que de libertad (largos años de internado, servicio militar) conserva un bello recuerdo de los amigos de aquella época, porque eran refugios contra la plúmbea disciplina que soportábamos y que, conjuntamente, nos asociábamos en burlar.


El castigo compartido fue una buena fuente de amistad.

La amistad, al menos en lo que yo he leído, tiene tan mala literatura oral (o incluso peor) que los siniestros libros de autoayuda. Se insiste en que es algo que cultivar (como los pepinos), algo para toda la vida (como las hipotecas), algo que te protegerá de los adversarios (como los guardaespaldas), algo que te aliviará la soledad (como las pajas). Y muchos lugares comunes más que ya, desde hace tiempo, no me aportan un ápice a lo que yo considero amistad.

También a la amistad se le da (lo que la merma) de un gran sentido práctico. En ese sentido será amigo tuyo quien te preste dinero (como los bancos), quien te libere de cargas (como las canguros), quien te saque de apuros (como Superman).
Siendo importante no es para mí lo fundamental.

Además en este país tan proclive a no asumir nunca la responsabilidad de nuestros actos, la amistad aparece de nuevo como la solución al conflicto y cualquier hijo de la gran puta se libera de toda culpa achacándolo a las malas compañías.

He tenido la suerte de conocer a algunas personas ilustres que tuvieron la generosidad de la confidencia conmigo, pues bien sus amigos, sus grandes amigos, no coincidían con los que sus biógrafos y hagiógrafos (palabras que ahora son sinónimas) relatan como tales.

El amigo suele estar, como aquel personaje de una película de Woody Allen, desenfocado en todos los planos y pasa desapercibido a los espectadores curiosos de nuestra realidad.

Confío en saber quiénes son mis amigos. A algunos de ellos no veo ni abrazo desde hace años (si fueran pepinos estarían un tanto podridos) pero cuando la vida nos reencuentra reanudamos la conversación en el punto exacto en que la dejamos. Están en mi pensamiento y converso con ellos sin estar presentes en las noches de vigilia, en las tardes de melancolía. Tengo amigos muertos y vivos, reales y de ficción.

Mis amigos, ya sé que no esto no es común, no ven el mundo de manera similar a como yo lo contemplo, no comparten muchas de mis ideas, no me dan la razón cuando deliro (porque no me consideran tonto) e incluso no son necesariamente de mi país ni de mi clase social. (Es más soy ateo y tengo un amigo obispo, soy pacifista y tengo a un policía por uno de mis seres más queridos, soy antitaurino y tengo un amigo torero, soy comunista y me queda un solo amigo en el PCE porque me harté de los que así se decían me llamaban traidor cuando no coincidía con la linea oficial).

No son la solución de mis problemas pero si lo más exquisito de mi paisaje.

Y tengo una prueba del algodón de la amistad que existió: cuando alguno de ellos hizo papel mojado de ella, el dolor es comparable a la muerte, a la pérdida de un amor.

3 comentarios:

  1. Tengo muchos conocidos, solemos llamarnos amigos, nos ayudamos entre nosotros, compartimos ratos agradables, otras veces no tan agradables, suelo tener una frase hecha, soy amiga de mis amigos. También tengo amigos o amigas, no cuestiono su vida, ni ellos la mía, no me importa su política, ni su religión, ni su moral ni otras muchas cosas, simplemente un día sentimos un flechazo y desde entonces nos queremos, estén donde estén, me siento feliz cuando me reencuentro con ellos, de esos los puedo contar con los dedos de una mano, pero me llenan como si fueran un millar.

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  2. Mariano, ya veo que tu blog es intimista, reflexionas sobre la amistad y la libertad y nos dejas parte de tu alma y vivencias para que todos nosotros podamos compartirla. Has empezado con Pío Baroja cuando dijo: "que solo los tontos tienen muchas amistades", yo como él no creo que se tengan muchas, quizás algunos tengan más facilidad para relacionarse con los demás, ¿pero amigos verdaderos?, pocos, muy pocos. Sólo hay que ver cuántos están en momentos difíciles de tu vida. Mis amigos y yo somos diferentes, no compartimos ideología, ni religión(aunque dudo cuál es la mía).Me gusta la gente solidaria, altruista, bondadosa, tolerantes,personas que amen la literatura como me pasa a mí. A los amigos no les pido nada, no les aburro con mis problemas, no les doy consejos que no me pidan, no les recrimino, no les juzgo. Ellos hacen lo mismo conmigo. Para mí son compañeros de viaje que siempre están cuando les llamo, disfrutamos de una amena charla, compartimos lecturas, vivencias, experiencias... De mí podrían decir que empato con los demás y que soy bastante "dejadilla". Sí es verdad, a la amistad como a las plantas hay que regarlas cada día para que no se echen a perder, a veces un cómo estás, qué es de tu vida, es suficiente para retomarla.

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  3. Gracias Paqui y Paloma por tomaros la molestia de escribir. La amistad es, para cada persona, distinta pero hay puntos en los que todos coincidimos:
    "Si alguien te apuñala por la espalda, desconfía de su amistad" (Les luthiers)

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