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lunes, 6 de junio de 2011

El miedo a la libertad

El miedo, como casi todo, es una moneda con dos caras. Hay un miedo natural y protector que te cobija del suicidio. Le suelen llamar prevención. El miedo es también una frontera, con o sin aduaneros, entre el atrevimiento y el paso atrás.

Pertenezco a una generación que fue educada en el miedo. En el miedo religioso, en el miedo político, en el miedo a las mujeres, en el miedo al fracaso, en el miedo a las compañías, en el miedo a uno mismo, en el miedo a la libertad.

Las religiones hacen un buen uso del miedo. Tienen la llave de la eternidad con la humillación como pasaporte. Fui educado en verdades absolutas y en campos limitados de pensamiento en los que atravesar la alambrada era situarse en el vacío. La iglesia me dijo que "fuera de ella no hay salvación" y, años más tarde, qué paradoja, me recordaron que era mejor "equivocarse con el partido que acertar fuera de el".

La libertad es una conquista colectiva pero también una conquista individual. No vale lo que decía aquel humorista que parodiando a Fraga, durante la Transición, proclamaba:

- Este será un país libre y al que no quiera ser libre le obligaremos a ser libre.

Yo me acerqué a la libertad rompiendo con  la coraza protectora no sólo de una dictadura sino de un entorno social que si no la apoyaba al menos guardaba un tácito silencio. Todavía me conmueve recordar el día en que llegando a casa, TVE emitía los primeros espacios gratuitos dedicados a la propaganda de los partidos y se emitía el del PCE y, por primera vez, sonaba la Internacional por la televisión pública. Al entrar al salón me encontré con que mi padre la estaba cantando en voz baja. Mi padre conocía la Internacional y yo escondiendo la propaganda de la policía y de mi familia debajo de la cama. (Escondite cojonudo como veréis. ¿A quién se le va a ocurrir mirar debajo de la cama?).

De otras servidumbres y prejuicios con la libertad individual me fueron rescatando algunas mujeres a hostias (no físicas, claro) y a besos.  Pero aun pasó mucho tiempo, con todo el lastre recibido, para que acabara considerándolas como iguales. Y aún así me quedan ramalazos, para qué vamos a presumir.

Y todo esto me ha venido a las mientes porque se están produciendo una confluencia de noticias que me hacen pensar que la asignatura de la libertad está pendiente en nuestro país y en ese entorno que presume de ella y se la apropia al que se suele llamar cultura occidental.

Empezando por donde acabé, la libertad sexual cada día nos explota los diarios y nos enciende los informativos con la rutinaria escabechina de hombres que acaban con la vida de las mujeres por el miedo que las tienen y por el miedo a la libertad. Y lo que también resulta tremendo, chicos y chicas adolescentes que justifican el cachete en las relaciones.

Por otro lado me aterra que en un momento de crisis y necesidad, cuando la miseria se asoma a la ventana de muchas personas, se busque un refugio colectivo en los poderosos, sin un juicio crítico de la situación, y se busquen soluciones en gobiernos de derechas, culpando a la política - a todas las políticas- de un mal en la que los privilegiados gozan de indulgencia. Se desacredita a los que se rebelan como si quisieran enlodar la situación cuando lo que buscan es cambiarla.

Por ello me viene a la memoria cuando al día siguiente del 23-F y con el parlamento todavía secuestrado, repartimos hojas en mi centro de trabajo llamando a la movilización y un trabajador al que se le daba me la tiró al suelo exclamando con rabia:
- Eso, encima seguir provocando.

En el colmo de este escenario liberticida aparece la peste. Eso que tan mal gestionan los estados y saca de los individuos las mayores dosis de irracionalidad. Todavía recuerdo el asunto negro y oscuro del envenenamiento por aceite de colza desnaturalizado. Y aún guardo la amargura de la persecución y criminalizacion que se se hizo de los portadores del VIH como si fueran los culpables de la situación y no las víctimas.

Al igual que en las crisis se señala  los inmigrantes, en la peste se apunta con el dedo acusador a las víctimas.

Ahora nos vuelven a dar al Sur por donde amargan los pepinos o se pierden en disquisiciones que afloran todos los miedos a los distintos.

Hay miedo, pero no del positivo que pone en marcha los mecanismos de la prudencia. Hay miedo del que paraliza y nubla el entendimiento. Y con el estornudo del miedo, la libertad siempre se acatarra.

Por eso me gusta en un día como hoy recodar esta canción a la libertad de Silvio Rodríguez. Una canción de amor y de deseo que cuando comienza crees que es para una mujer y más tarde descubres que es para el oxígeno de los hombres y mujeres que probaron la libertad y no entienden un mundo sin ella. Ahora que está tan amenazada.

7 comentarios:

  1. Pienso en otros tiempos que existían héroes o mártires, no sé cuál sería la palabra adecuada para este caso, porque imagino que nadie elige ser una cosa u otra pero en cualquier caso dieron su vida por algo tan importante como es la libertad y como con el amor solo se la valora cuando se corre el peligro de perderla. Cuando se lucha por la libertad en un Estado autoritario se corren muchos riesgos, cuando se lucha por la libertad individual en un estado democrático no es menos peligroso. Uno quiere sentirse libre, quiere ser aceptado en un grupo (dudo que no se pierda parte de su libertad en él),quiere ser uno mismo (difícil tarea cuando tienes que luchar contra la imposición de los demás). La libertad da miedo porque no hay nadie quien te sostenga, sólo tú mismo, la soledad y la responsabilidad de los actos de cada uno. No sé por qué asocio la libertad a una cierta soledad en el camino como si este fuera su coste. Hace poco muchas personas me dijeron que por qué no me sacaba el carné de conducir porque me daría libertad pero, a mí esta opción sólo me daba miedo. El dinero también te da independencia y por lo tanto libertad pero cuál es el coste si estás en un trabajo que no te gusta y con unos compañeros que no son de tu agrado. A veces yo también pienso qué es la libertad pero me resulta difícil dar con la definición exacta cuando nos encontramos amarrados como los barcos en su puerto.

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  2. Te veo muy frömmista, Mariano. Efectivamente, una gran mayoría parece entender que debe resultar más rentable amar al poderoso y odiar al débil en la idea de mejorar las libertades y miedos individuales. Resulta ruin pero con mucha lógica práctica.
    De ahí la importancia y el mérito de repartir panfletos los 24-F o de que el relente y las porras matinales te castiguen el lomo en cualquier campamento de esperanza.
    Cundo se es muy rico, además de haber tenido que robar mucho para ello, la libertad no es completa y dista de ser perfecta: le falta el miedo.

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  3. No se si la falta de miedo te hace mas libre, o la libertad te quita el miedo, lo que si se, es que cada vez que he tenido miedo, una rabia interior me hace perderlo. No me gusta la gente, que en pos del miedo es ruin.
    Recuerdo en una ocasión, no tenia aun diecisiete años, unos días antes habian fusilado a cinco personas, salimos por la noche a pegar sus fotos, tuviimos un encuentro con personas de derechas, no lo recuerdo con miedo, sin embargo, por la mañana cuando llegue a mi casa y mi madre me esperaba, empecé a temblar (literal)(mi familia entonces estaba en el ojo del huracán)cuando me bombardeo a preguntas, preferí hacerle creer, que era ligera de casco, a lo que realmente había sucedido. El miedo te hace hacer cosa muy raras.

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  4. Muchos no están al corriente,
    otros oyeron que existe,
    algunos la percibieron un día como una ligera brisa.
    Pero en realidad todos somos profundamente libres,
    aunque el miedo inconsciente a no saber cómo gestionarla nos paraliza.
    Y es entonces cuando nuestra utópica libertad pone todas las cadenas y se convierte en pura oratoria…, política, democracia, universo… , como una amiga desconocida.
    Libertad, autoestima…, etc, etc, etc… Y si soy libre: Cómo voy a amar?, como me van a amar?, dónde empieza?, por donde pasa?, hacía donde va?, donde acaba?,
    THIS IS THE QUESTION.
    La biblia de todo esto se encuentra en “El miedo a la libertad” de Erich Fromm

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  5. Paloma la soledad es la una forma de libertad pero cuando es "soledad acompañada". Creo que tú lo sabes como yo. Y ahí están tus hijos para aportar esclavitud liberadora. Es dura la pater/maternidad, nadie nace enseñado, pero "un niños es el profeta cotididano que proclamará al mundo que es un hijo. Tomás, no soy fanático de Eric Fröm, cuando dijiste Fromista pense en la iglesia de San Martín de Fromista (Palencia) en aquel templo románico yo descubrí que la espiritualidad no tenía que ver con la represión sino con la poesía y lo inaprensible. El miedo, Paquí, es nuestra biografía. El secreto, que yo no domino, es convivir con el.
    Julia una no sabe cómo le van a amar. A uno le es dado detectar mejor el odio y el desdén. Pero en una autopista (el amor) que es de ida y vuelta, uno sólo conduce el coche de ida. Esa es nuestra limitación... y nuestra grandeza.

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  6. El amor es libertad, es a lo que iba. Lo que aprendí después de miles de traspiés en el camino y que por otra parte me lo subrayó hace mucho tiempo Fromm.
    Amor sobre todas las cosas, primero sin vergüenza y con orgullo amador. Que mas dará entonces si es una carretera comarcal, vía urbana, autovía, autopista o camino de cabras?
    Por supuesto que uno sólo puede ir en una dirección y como bien dices esa vulnerabilidad es la que nos engrandece.
    El gran trabajo es identificar, sobre todo y principal, si la travesía es de dos sentidos o sentido único, vamos, si caben dos o sólo un vehículo; después, y muy muy importantes son, los cruces de vías, las señales-límites de velocidad, badenes, curvas, cambios de rasantes, precipicios, ganado suelto, ceda el paso, stops, pasos de peatones, semáforos con precaución, verde o rojo, pasos a niveles con o sin barreras, o…., agentes del orden público, que sinceramente y totalmente en serio, cuando conduzco su lenguaje corporal siempre me supone bastante confusión. Como tú bien dices esa es la grandeza, seguir siempre circulando libres como los taxis libres, y saber decir hola, hasta luego o adiós a las señales de la vida. Yo quiero creer que camino de dos manos, a un lado una gran madre que se llama libertad y de la otra un padre que se llama amor, que cuando corresponde me amonestan, me besan, me mecen, y a veces me anestesian.
    No era mi duda Mariano, y creo que tampoco la tuya, ni creo que la de Paloma, ni la de Tomás ni la de todas las personas de este gran equipo que formamos los mortales comprometidos con la vida, pero sí muy común al género humano que yo me cruzo en la calle habitualmente; el vértigo, el miedo a la libertad del que no sabe quién es, ni a donde va, ni a donde no quiere ir, ni con que acompañantes quiere recorrer el camino hacia Ítaca, solo les basta con que le acompañe cualquier tipo de adjunto sin saber su identidad, ni suya ni del otro, ni su procedencia, ni sus intenciones, nada… Y aun así si el parasitado es suficientemente manipulable creerán que lo quieren y hasta que lo aman más y más altruistamente que a nada ni a nadie. Y es entonces cuando dicen que son libres, que el amor les hace libres. Oprimiendo ignorantes de amor y de libertad. Todos esos/as jamás se han mirado en un espejo, solo en el que se afeitan la barba, o en el que se maquillan, es más, nunca sabrán que existen unos que reflejan su propia conciencia, sus virtudes y sus miserias, y que tienen un coste que se paga con monedas que desconocen y, que en todo caso el precio sería tan tan elevado que jamás podrían pagarlo, ni tan siquiera tienen la más remota idea de en qué lugar se adquieren. A menudo se ríen socarrones e intentan manejar a los que de vez en cuando nombramos ese absurdo y para ellos desconocido objeto. Eso es el miedo a lo desconocido, el miedo a la libertad. Manipulan, critican, mienten, destierran, pero nada tan lejano a ser libres como lo son ellos. Y desgraciadamente, en ocasiones estamos rodeados…

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  7. Pienso que mientras tengamos la necesidad de compartir con otro ser vivo jamás seremos libres. Así como no seremos libres mientras tengamos la necesidad de satisfacernos a nosotros mismos. Siempre estaremos pendientes de algo o comprometidos con alguna cosa que en un momento nos exigirá lo que quizás no queramos hacer y sin embargo la haremos, porque eso es ser humano.

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