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miércoles, 15 de junio de 2011

La esquizofrenia práctica

Yo soy dos, y estoy en cada uno de los dos por completo
San Agustín



Vengo de una reunión de la que podía haber prescindido, o sea que me ha resultado de gran utilidad.

El filósofo, más que fascista utilizado por el fascismo Giovanni Papini, pero no por ello con momentos rayanos en la genialidad, hizo una elegía de los imbéciles.

Sostenía el italiano que sin ellos la humanidad hubiera desaparecido hace siglos. Me da lástima pero creo, con Darwin, que la variedad de las especies es la sustentabilidad de todas. Y el imbécil está en el árbol genealógico de la mediocridad (lugar muy sostenible).

También tengo que reconocer algo que generalmente olvido. Es el axioma tan simple de que no sólo se aprende en positivo y que, cuando miramos nuestro pasado, contemplamos, no sin estupor, que dejaron tanta huella en nuestra formación los mentecatos como los sabios.

Uno de los síntomas del imbécil listo es lo que podríamos denominar esquizofrenia práctica u omnipresencia interesada. De tal manera que el gilí que ocupa puestos de dirección cuando se dirige a un auditorio de base les espeta: “No vengo aquí como dios, sino como uno de vosotros, hablando solo a nivel individual”.

Cuando un imbécil amenaza, en reunión grupal, con hablar a nivel individual es como cuando en una asamblea alguien de aspecto circunspecto toma la palabra y pregona:

- Todos me conocéis y sabéis que me gusta llamar a las cosas por su nombre, Sois todos una panda de hijos de puta.

Me moriré sin contestar a estos tipos con la mala educación que se prodigan. Confunden sinceridad con grosería y conocimiento con sectarismo. Pero mueren sin haberse llevado un esputo en los labios y yo soy uno de tantos responsables.

Pero aún más me molesta el tipo anterior, el esquizofrénico a tiempo parcial.
Os imagináis que vais a una reunión con Zapatero y el presidente del gobierno se dirige a vosotros en estos términos.

- No voy a hablar como jefe del Ejecutivo sino como un hombre sencillo de León.

Pues, vaya por dios, grandiosa tarde de exaltación del botillo y del vino del Bierzo.

Pero a los tipos que me refiero tienen un componente mezquinamente superior. Cuando alguien que pertenece a un órgano de dirección se desdobla en su condición individual y, aprovechando ese privilegio, critica abiertamente las decisiones de la Ejecutiva de la que forma parte me parece un demagogo y un sinvergüenza.

Porque como diría mi novia: Vamos a ver. Si uno forma parte de un órgano de dirección y no comparte y se ve incapaz de ejecutar o gestionar las decisiones que se toman, tiene que tener la suficiente dignidad (aunque esta palabra la desconocen) como para poner su puesto a disposición de la Ejecutiva y pasarse al lado crítico de su gestión.

Pero no amigos, estos son de la moral del Peronismo. De la moral también de la iglesia; prohibido fornicar cabrones, porque si yo fornico es a título individual no como cardenal.

Y encima les aplauden. Como a Belén Esteban,

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