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martes, 22 de mayo de 2012

El fugado




Cuando niño me regalaron
un tren que descarrilaba
antes de cada estación.
Aprendí a montar sus vías
y el alfabeto de mi decepción.

Años más tarde
cuando un temblor
de vías se alojaba
en la estación del corazón,
irremisiblemente huía,
confundiendo el miedo
a los adioses,
antes de los holas,
con una libertad
vana y de ocasión.

Croe que algunas
de aquellas chicas 

me recuerdan
como un fugado.

Alguna me lo ha perdonado.

Otras me guardan
en un lugar destacado
en el desván del rencor. 



© Mariano Crespo Martínez


                     

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