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viernes, 16 de noviembre de 2012

Reivindico que hagan algo por nada.

 
 
 
Con la vana esperanza de que las nubes
descarguen apacibles gotas de un sol
benigno.

Con el deseo pueril de que manzanas acarameladas
se lleven los políticos a la boca, echando al olvido
micrófonos y huecas palabras.

Con el gusto de que tus labios me besen
sin pretexto,
fuera de contexto
y dentro de un desorden establecido.

Favor imploro,
ruego,
a quien corresponda la autoría de este absurdo
guion,
que deje de ser todo tan previsible,
que las modelos no duerman con patanes,
que con los miles de usos que guarda una palabra
no sea de su agrado
el vacuo
o el que hiere.

¡Que se vayan!

Que las distraídas musarañas se enumeren.
Que haya necesidad urgente de puñetas.
Que haya abundancia de culo transitable.
Que las sartenes esperen con espárragos.

¡Que se vayan!

Porque como no se empiecen a extraviar los imperdibles
cualquier día se nos va a espantar la bestia
que nunca se debió salir de madre.

Admitido que bajo los adoquines
no existe arena de playa ,
no me resigno a que nos amarguen el azúcar,
a que pongan el velo de su opacidad
sobre el brillo que llegó a alcanzar nuestra mirada.
No nos cobren plusvalía por la vida.
Hagan algo por nada.


No. No nos toquen más las campanas
para proclamar que no tienen ideas.
Dejen de meter cizaña,
cerebros privilegiados,
que cada ocurrencia suya nos cuesta un cadáver.

Reivindico que, huérfanos de salvadores y rescates,
a los náufragos no nos impongan el naufragio.

Déjennos a nuestra suerte.
Tantas veces nos hemos desahogado que el mar ya nos respeta.
 

 © Mariano Crespo Martínez



                   
                

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