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lunes, 23 de septiembre de 2013

El poder desconocido



Cuando en el mundo existían 
libreros, reparadoras de medias
con su bombilla tan cinematográfica,
cuando los zapateros 
cuando los ebanistas
y las chamarilerías
y el pipero que vendía tabaco suelto
conocía tu nombre y la salud de la abuela.
Cuando no había yonquis pero si practicantes
y el pulgar servía para viajar gratis
en coches con generosidad de arcén

En ese tiempo remoto 
los departamentos de información informaban, 
los de asistencia técnica y social asistían,
los de reclamación, escuchaban y ofrecían disculpas.

Ahora todo eso se han convertido en frontones
para que la pelota no golpee a los jefes
y te vuelva a ti la cara. 

Ahora no te roba un carterista
llamado Mauricio 
sino una agrupación de alias llamada mercado
que tiene muchos caras pero carece de rostro.

Hubo un tiempo que llamabas por teléfonos
y hablabas con mujeres amables 
de carne y hueso que podrían llamarse Maribel 
y no con componentes con el nombre en una etiqueta.

Hasta en la dictadura, en los tiempos del maestro armero,
había un mínimo resquicio para vivir,
hablar y hacer las reclamaciones.

Aunque sea estéril creo en el derecho al pataleo.

La cúspide de esta pirámide es la estupidez
que conduce a la destrucción 
pero perfectamente estructurada. 

En cualquier glorieta
erigirán una estatua al poder desconocido
y llevarán flores de plástico
en alguna triste fecha.



© Mariano Crespo






                         

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