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domingo, 6 de mayo de 2012

Perfume redentor




Abrió un ojo.
Empezó a tomar conciencia
de su nombre (elegido por su abuela)
de su oficio (elegido por su padre)
de la casa que habitaba (elegida por su madre)
del día de la semana (elegido por los dioses)
de lo que le esperaba en la jornada. (elegido por su peor enemigo).
...

Se cubrió la cabeza con una sábana
con vocación de sudario o de mortaja.
Y entonces sucedió.
Aquel perfume
le llegó a la nariz
-un órgano humilde acostumbrado
a catarros, alergias y accidentes-
y le encendió el cerebro
que le alborotó la entrepierna
y, como un guerrero de Venus,
armado para una fiesta.
saltó de la cama
de un brinco
sin memoria.

Ya merecía la pena,
la hora del mísero despertador,
el puñetero día
y la asquerosa semana.
Todo tenía un color
entre la manzana de la concordia
y el beso de la duda.

Y en ese preciso instante,
cuando conectaba la radio,
pensó que la felicidad
debería ser algo parecido
a eso que le devolvía el espejo.
Esa estúpida mirada
de conejo o de ángel
que había elegido
por sí mismo
para ese día.

© Mariano Crespo Martínez


               

3 comentarios:

  1. Por eso yo siempre digo que es tan importante el olfato y uno lo valora poco hasta que lo pierde..... El olfato está lleno de recuerdos.

    (El mio despues de 2 años de tratamiento está casi recuperado jeje, ha sido inevitable relacionar este poema con mi problema)

    Me ha gustado el poema, un besazo Mariano

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  2. Un perfume, un aroma.......es como una aureola; el preámbulo de lo que viene. Algo así como una invitación anticipada que no te llega nunca a la nariz sino a tu alma. Para ubicarlo en la anatomía hace falta llegar hasta el hipocampo y dejarte seducir por sus múltiples memorias. Soñar, despertar y volver a aspirar para dejarte llevar hasta su alma.

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