Páginas

martes, 15 de mayo de 2012

Reivindico la pausa


El entorno, el marco, el tiempo
son determinantes en la naturaleza
de nuestros actos.

No sé si se deberá a que me estoy haciendo viejo
pero añoro los largos paseos por la orilla del Duero,
jugando con un junco y admirando los álamos,
esas tardes de pelar manzana para la compota
o de quitarle piedras a las lentejas.
O esperar la noche sentado en el poyete
jugando con unas piedras.

Cuando fui al ejército
descubrí que todo el proceso de formación
consistía en que actuaras rápido
al sentir una orden gritada
nunca explicada,
que la eficacia era no dudar
y si no podías estar muerto.

Por eso te hacían desfilar
porque es todo lo contrario
que un paseo.

Más adelante descubrí
que lo moderno, lo posmoderno
era vivir en el vértigo,
pisar el acelerador al cerebro.
La vida era de tal velocidad
que hasta los más veloces
se dopaban para ir más rápido.

¿Hacia dónde?

Qué más da, rápido, rápido, rápido.

Y alto, hasta la luna.

Hasta el infinito y más allá.
Como decía un filósofo de plástico.

Ser inteligente era no tener pausa
te lo decía du director de banco
para que firmaras la póliza,
el vendedor de chalés
con vistas a la nada,
la compañía de móviles,
-que tremendo el móvil
acabó con los paseos-
y hasta los trileros.
Todos nos han pedido
decisiones rápidas.

Y hasta aquí hemos llegado.
Cuando hasta los entrenadores
de baloncesto en cuanto las cosas van mal
piden un tiempo muerto.

Necesito un tiempo vivo, mio,
muerto para el delirio,
vivo para el sosiego.

Estoy harto,
Reivindico la pausa,
el paseo al borde del Duero,
mis charlas con los álamos.
Las conversaciones con los amigos.
El cine con guionistas y argumento
aunque no tenga 3 D,
mejor en blanco y negro,
pero que salgas de una película
y te acuerdes de un diálogo para toda tu vida
y no con cara bien ganada de memo.

Reivindico,
la pausa,
la quietud,
el jazz,
la música barroca
y la lectura en silencio.

Posiblemente no llegue a nada,
pero después de pelar manzanas para una compota,
nadie sale corriendo a asaltar un nido de ametralladoras,
a comprar acciones de bolsa,
a votar a su asesino,
a comprarse un apartamento en el Purgatorio,
a hacer todas esas cosas
que resultan inimaginables
tras pasear por la orilla del Duero,
tras conversar con los álamos,
tras pensar mientras escuchas
el canto de los pájaros.

© Mariano Crespo Martínez
Foto: Anne Zimmermann Hein



                                

6 comentarios:

  1. Sigue haciéndote viejo, reflexionando y reivindicando así. La mayoría de nosotr@s, nos sentimos identificados. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta cada palabra que leo, también me siento identificada con ellas, quiero hacerme y sentirme mas vieja.Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias, Maribel. Muchísimas gracias.
    Un beso

    ResponderEliminar
  4. Yo también reivindico la pausa ante esta vorágine que nos invade, que incluso algunos enseñan a sus hijos antes de completar su dentición.
    Y, a pesar de que tengo un apartamento en propiedad en el infierno, quizás a base de pausa, rumor de río y lectura en silencio; quizás un glorioso día pueda olvidar que lo tengo.

    Gracias, Mariano. Como siempre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tengo que luchar cada día para inyectarme optimismo en vena. Porque lo que me pida el cuerpo es una retirada a tiempo hacia la vida bucólica, porque la actividad social a la que he dedicado mis últimos 20 años de vida creo que ya no puede encontrar en mi muchas respuestas. Necesito mirar para adentro (al menos una temporada).
      Un beso.

      Eliminar