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sábado, 23 de junio de 2012

Las palabras



No me es dado imaginar la fuerza precisada
para poder doblegar la fuerza de las palabras.

Aspirar a tener poderes
que no supiera manejar con sabiduría
tampoco es un objetivo de mi ánimo.

Las palabras.
Soy un artesano y se me sublevan.

A veces se esconden con la indecencia
de los que se saben necesarios
y lo aprovechan.

Hay palabras impertinentes
que se te ofrecen como rameras.
Si las usas son un robo pagado
y no el regalo de la intuición
de esa bruja realquilada
en el camastro de tu experiencia.

Hay palabras que no pronuncias,
esas víboras con los dientes clavados en las entrañas.

Hay palabras miserables como medias verdades
o mentira ruines en una fiesta de antifaces.

Hay palabras que las sueñas en otra lengua
y las escribes en castellano.


Hay palabras que llevan gabardina
para empaparte y salir indemnes.

Hay palabras sobrias al sólo alcance de los borrachos.

Hay palabras de honor y palabras de pregonero.

Hay palabras de aliento que son alivio de luto
para las derrotas de tinte negro.

Hay palabritas que son demonios enanos.

Hay palabras como balas de revólver humeando
con algún cadáver aún caliente en tu cerebro.

Hay palabras que dicen lo contrario
de lo que constriñe la etiqueta del diccionario.

Hay palabras que nunca pronunciaste
y todo el mundo te las ha escuchado.

Hay palabras que gritas y no tienen mercado
marchitándose en el eco terco del fracaso.

Hay una palabra que me gustaría escuchar
instantes antes de ser eternamente sordo.

Ay! las palabras, qué peligro, que sudario.

La palabra más embustera,
la que sostiene mi ángel interior,
es la palabra sincero.

Ay! Las palabras, ay los silencios.

Nunca son idénticos ni similares ni de la misma cosecha cualquiera de los te quiero.


© Mariano Crespo Martínez






                 


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