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martes, 5 de junio de 2012

Ocatavillas bajo la cama




La conocí mientras arengaba
al final del turno de noche,
a los somnolientos trabajadores
para participar en una huelga.


El sol naciente de la mañana
  dejaba ver su ropa interior

   atravesando una traicionera falda india.
La mujer roja se puso colorada
cuando lo comenté que el color de sus bragas
había sido más convincente que su palabra.

Me fui tras ella aunque solo había aprobado
tres asignaturas del curso acelerado de suicida.

Discutimos durante meses.

Nos amábamos cuando
los argumentos caducaban.
Escasas veces con poca imaginación
y mucho oficio militante
con guardabarreras.

No me acuerdo si nos llegamos a susurrar consignas.

En la cama empezó a crearse
una barrricada entre nuestros dos cuerpos.

Un día cogí mis cosas en una bolsa de basura
y abandoné la casa.

Lloré mil horas frente al mar sin aumentar su caudal con una sóla lágrima.

No volví a tener una historia de amor con una pancarta.

© Mariano Crespo Martínez 





                                          

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