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jueves, 24 de julio de 2014

Ciudad en la que ya no resido



Siempre enseñamos 
una ciudad que no es la nuestra. 
Un recorrido de alivio 
por templos y museos 
parques y calles con nombres
de muertos ajenos. 

Nuestra vida no coincide 
con lo que reflejan las guías, 
Lugares que han desaparecido 
sin dejar razón del callejero. 

No existe el horno de pan 
donde daban un bollo recién hecho 
al niño rubio de ojos claros 
que era el hijo de los porteros. 
No tiene barco pirata 
el patio del colegio 
en el que subía al palo mayor 
en cada travesía o recreo. 
No está el kiosco de prensa
ni el viejo con bata gris 
que me daba los cromos 
y los domingos el TBO. 
No he vuelto a saber 
del guardia de la porra 
que paraba el tráfico 
para llamar guapa a mi prima 
que ruborizada aceleraba el paso
y me prohibía contarlo. . 
Hace lustros que no veo 
a aquel cura viejo 
al que besaba la mano
empujado por mi madre 
y él me regalaba un caramelo
y la estampita de un santo. 
No tengo noticias
del tranvía que pasaba por Recoletos 
y cuyo revisor me solía dar
la matriz de los billetes 
que fueron mi primer cuaderno. 

Por no hablar 
de los rincones secretos
cuando la juventud 
ponía incandescentes
los neones y los gametos. 
Cines de butaca tórrida, 
hostales sin estrellas 
pero con derecho a cielo 
y buhardillas con gato 
hostil y gata en celo. 
Los rincones de las citas 
las miradas clandestinas
Neruda y las margaritas
las estatuas en que mentimos 
las carreras que no hicimos
por correr en la avenida. 
Las monumentales corridas 
sin cartel y sin cuadrilla,
las promesas de amor eterno
que tienen su alcantarilla
sus lágrimas de recuerdo
y la letra de un bolero. 

Podrás visitar mi ciudad 
y como turista despistado 
recorrer precipitadamente 
los rincones en que me detengo. 
Tengo una colección de postales
de Madrid que nunca enseño
porque no había fotógrafo de cámara
en las esquinas de donde procedo. . 

© Mariano Crespo

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