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domingo, 18 de marzo de 2012

Maneras de leer a una mujer o a un libro



A buen seguro que hay varias maneras
de leer a una mujer o a un libro.
Hay lectores que prefieren
lecturas vírgenes.
Tendrán sus motivos
que no comparto.
Yo prefiero una lectura recomendada.
Me dejo aconsejar de libreros y amigos
aunque termine por hacer lo que me plazca
o me escoja el destino.
Porque no elegimos
aunque lo parezca.
Los libros y las mujeres
aparecen como por azar
pero nos tienen escogidos.
Más el juego, como en la vida,
es que uno cree que camina.
Y en ese juego
 yo amo una léctura de confianza,
que no tenga que leer en la solapa
la sinopsis biográfica
o tener que fiarme de un golpe de vista
de sus ojos, de su pecho, de su culo,
de su portada y contraportada.
Del brillo aparente de su título,
del vestido de la emboscada.
No me fío ni de los críticos
ni de las estéticas de moda,
ni de los dimes y diretes
de las calles y las barras.
Soy partidario de haber tenido
citas anteriores
y que me haya procurado
distracción, placer, sosiego, vértigo
e incluso un poco de temor,
nunca pánico,
jamás tedio.
Descartado, por supuesto,
las mujeres madres
y los libros de autoayuda.
Que no se instale en las obligaciones
que uno se impone por probarse.
Es de suma importancia
que a veces no lo entienda.
Quedar enredado en su argumento.
No me gustaron las mujeres obvias.
No me atrajeron los libros previsibles,
los finales únicos,
los caminos llanos.
Siempre me ilusionaron
las historias
que cuando acaban
solo están comenzando.
El colmo del encanto
es cuando se produce la complicidad,
y con adjetivos seductores,
con miradas hondas,
crees que eres el primer
conocedor del argumento
el descubridor del planeta
frondoso y bello
de su cuerpo.
Y si quieren que acabe
de ser sincero,
no me gusta que el misterio
culmine en una primera lectura.
Me ilusiona que esté cerca de mi mano,
al lado de mi cama,
en mi rincón preferido de la casa,
a la luz de la ventana
para indagar cada día,
un párrafo, un anaquel de su biografía,
un ángulo distinto de su mirada,
una frase brillante,
un verbo a conjugar juntos,
un guiño que se me había escapado,
una cita imprevista,
y se convierta en mi libro
en mi mujer
de cabecera.
El libro
y la persona
que te llevarías a una isla desierta.
O lo que viene a ser lo mismo,
a tu biografia vulgar de ciudadano medio que sueña.


© Mariano Crespo Martínez


                          

4 comentarios:

  1. No he visto una manera mejor de describir el interés, la motivación por una persona....

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    1. Yo las he visto mejores pero te lo agradezco. Además yo solo invitaba a la lectura. ¿o no?
      Un beso.

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  2. desde la imagen, los versos, el remate final...bonita comparación de la mujer y el libro, me gustó, quizás, más de lo esperado

    Un beso

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  3. He aceptado de buen grado tu invitación.
    He disfrutado de la lectura.
    He saludado a algunos de mis recuerdos.

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