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lunes, 12 de marzo de 2012

Un misalín, un silbato, un cuento



Se me ha perdido un recuerdo.
La última vez que lo entreví
estaba creo que escribiendo
un poema, o tal vez leí

algo que le rescató del sueño,
de mi nada o mi silencio.
Es un recuerdo con niebla
como un paisaje espeso
como los primeros adioses
y tu último beso.

Se me ha extraviado un instante,

que tal vez este paseando distraido
por el jardín botánico,
por el café Gijón
o por esos tugurios
en que me asaltan  de sopetón
duendes con la pretensión fatal
de prestarme augurios
al cambio miserable
de que me muestre tal cuál.

Si alguno de ustedes se encuentra,

por un casuál,
con un caballito de madera,
un soldado bajito de los cascos azules,
con su metralleta,
un triciclo sin frenos
huefano de ciclista,
o una mísera trompeta 

de plástico que da mucho susto
al comprobar que suena.

Todo ello muy usado,

de segunda pequeña mano,
de manita pequeña
o de puñito cerrado.
Si alguien tropieza con mi pasado
en pantalon corto
y mechas de rubio rizado,
le ruego el encargo
de que salude a los tranvías,
al guardía urbano
que paraba el trafíco
cuando cruzaba con mi prima de la mano.

Nunca supe su nombre

pero por él experimenté mi primer guiño,
y tardé días en lograr cerrar un ojo solo
para responder a su saludo
cuando mi prima se ponía roja
y aceleraba el paso.

Sin olvidar a los pálomas

de Correos que en mi manita comieron
para una foto de asustado niño
en blanco y negro.
Y al incansable sereno
con su fajín repleto de llaves
como un guardián sin centeno.
Y al ratoncito Pérez,
en el cuarto del coco
o alguno de los barrotes
de mi camita con un moco
pegado como un trofeo,
o alguno de los islotes
con tesoro escondido
y pirato cojo, tuerto y feo.


Estoy abusando de su amabilidad

pero, si no es mucho pedir,
que me compré un barquillo
aunque no sea domingo.
Se lo pagará mi padre.
Un señor alto y delgado
que vigila mi juego desde lejos
con aire despistado.

Se me ha extraviado un recuerdo

y buscándolo me he encontrado
un misalín, un silbato y un cuento.


© Mariano Crespo Martínez

                      

2 comentarios:

  1. Leyendo acerca de tu búsqueda me encontré pedacitos de mi infancia. El olor a tierra y canicas, mis rodillas percudidas, las rejas y las toallas que sacaba de casa de mi madre para vestir mis camas.
    Me encanta leerte.

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    1. Muchas gracias. La infancia es nuestra única patria y de ella se obtiene gran parte del material sensible con el que elaboramos los sueños. Muchas gracias por tu generosidad.

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